domingo, 1 de abril de 2012

DOMINGO DE RAMOS

LO QUE ME QUEDA DE MIS DÍAS...

Hoy es Domingo de Ramos... Tengo conciencia de mi primer domingo de Ramos estando en la casa de los abuelos, en Coín, viendo pasar la procesión de LA POLLINICA (en Sevilla la llaman la borriquita; en Sevilla llaman pasos a lo que en Málaga son tronos: Sevilla y Málaga, mis dos anteproyectos de vida...) desde su gabinete y estando convaleciente aún tras haberme operada de la garganta (se decía "de las pelotas"). Y recuerdo que me daban muchos helados para cicatrizar antes, cosa que agradecía: por aquellos entonces yo apenas comía nada...
Desde aquellos primeros recuerdos apenas ya me queda nada. Nosotros no fuimos nunca capillitas; entre otras cosas porque nunca nos hicieron serlo, afortunadamente, más allá de que en semana santa siempre nos íbamos a Coín, donde sólo había dos o tres días de procesiones, y, en cualquier caso, sencillas. 
Ya en la juventud sí viví alguna noche de Semana Santa de Málaga y, sobre todo, me empapé de la de Sevilla los primeros años que anduve por allí: vivir en el centro de Sevilla te obliga, si estás en la ciudad, a vivir la Semana Santa, quieras o no... Y recuerdo un martes santo, en la Plaza del triunfo de Sevilla, que vi llorar a un japonés; y que de tanto hacerlo le temblaba la máquina de fotos... Todos los que estaban alrededor empezaron también a llorar: el llanto se pega siempre; llorar es mimético... Yo, reconozco que me emocionó, pero no llegué a llorar. A mi me enseñaron que los sentimientos no hay que explicitarlos en público; que es una falta de educación y de pudor y de respeto. Y me contuve: a esas edades también es más fácil contenerse. Y es que el espectáculo era soberbio, irrepetible y único; entre naranjos en azahar; inciensos que emborrachaban; pasodobles eternos de amarguras; y vírgenes que bailaban al son, con la luz de la última tarde, con los ocres y blancos de Sevilla, con las buganvillas anranjadas y fucsias; con las murallas de las Alcázares, y con los silencios sobrecogedores... de cierto que me emocioné sobremanera... Hice fotos; muchas fotos... Por entonces eran en papel y con tanto trajín de vida las he medio perdido...
Luego llegaron los años de la madurez y los cansancios de bullas y desde hace años la semana santa es una semana donde hay días de vacaciones, más allá d elas que siemrpe disfruto últimamente, como hice hace unos días, con cargo a mis vacaciones anuales que troceo, siempre que la empresa me lo permita...

En cualquier caso, sean pasos o tronos, sea en Málaga, Cádiz, o Zamora, es un espectáculo pagano y hermoso, que además genera negocio y turismo; por eso siempre hay que sostener estas fiestas. Pero, sinceramente, no es ya soportable el nivel de cursilería, de cainismo, de catetería, de caspa, de subcultura al uso, etc, que ostenta -y cada año a más- todo el mundo que rodea la semana santa, desde las hermandades a los meapilas líderes de aquel espectáculo y su cobertura mediática, más allá del business y de su enorme belleza. 

Cada Domingo de Ramos me recuerdo en el gabinete de la casa del jardín tomando helados mientras pasa LA POLLINICA. 
Y también recuerdo que me dolía la garganta al tragar...


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