viernes, 30 de marzo de 2012

VIERNES DE DOLORES

LO QUE QUEDA DE UNA HUIDA. . . 

Hoy es Viernes de Dolores. Aunque no soy capillita ni meapilas, siempre tengo presente esta fecha. Porque mi madre se llamaba Dolores. Mi madre se llamaba Lola; mi madre era Doña Lola. . . Un día la oí llamando a la peluquería identificándose como Doña Lola. Se lo recriminé -siempre con tino: mi madre nunca nos permitió que se le faltase al respeto ni a ella ni a las personas mayores, fundamentalmente; ni a nadie, no como hoy en tantos ambientes y familias. Y me contestó que es que así la conocían. Pero yo creo que en el fondo era una forma de marcar territorio. . . 
Mi madre era muy grande. Y con mucho carácter. Quizás el que le exigió la vida para afrontarla como lo tuvo que hacer. . .
Todos los Viernes de Dolores de mi vida con ella fueron sagrados. Terminaban los estudios y los trabajos y había que ir a la casa grande a celebrar en comida tal efemérides. Mi madre era tan acogedora que nos presentábamos con novias, o amigos, sin avisar, y ella encantada: Siempre que veía aun ser humano entrar en su casa se asombraba y lo festejaba; mi madre, Doña Lola, siempre tenía una visita, con esa costumbre de los pueblos andaluces de las casas abiertas de par en par y oliendo a jazmines y damas de noche. O a leñas de chimeneas y pan recién tostado. . 
Un año no llegó uno de nosotros. Y no regresó más. 
Desde aquel día ya todos nosotros fuimos distintos.

Todos los años me acuerdo de este día como el del santo de mi madre. Pero tampoco olvido nunca que hubo un año que aquel Viernes de Dolores nos marcó para siempre la dichosa vida. 
Y mi madre, Lola Vázquez, Doña Lola, ya nunca fue la misma...
Nosotros, sus hijos, sus hermanos y sus amigos, tampoco. . .

Felicidades, madre, Lola Vázquez, Doña Lola.
Felicidades, sobrina.
Felicidades para todas mis Lolas y Lolillas. . .

P.S. A mi madre también le gustaba Rocío.


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