LO QUE ME QUEDA DE MIS DÍAS: 6 // MARZO // 2012
Un día más amanezco sobre el mar, enfrente del mar... Y aunque tengo que hacer casi 50 Km hasta llegar a la oficina (y otros 50 al regresar), lo hago bordeando este maravilloso territorio inmenso en aguas que tiene por nombre Mar y de apellido le llaman Mediterráneo...
Y qué decir de su azul-celeste, de su calma, de su quietud: una infinita, blanca y clara luz se refleja en él; y brillan las aguas azules y se reflejan, de nuevo, sobre los cielos abiertos al asombro que ven cómo su luz es repelida con celestes fuerzas... Para entoces, se elevan, colmados de hermosura y contento, los cielos que me protegen...
Quizá sean estas las horas más hermosas de mis días; esas en las que me acompañan músicas que persigo y paisajes que conmueven como el primero aquel que retengo siempre: cuando vi el mundo y supe de su muchedumbre...
Y también, en esas horas, voy agradeciendo a los dioses el que me permitan seguir aquí, sobreviviendo con mis cosas, esas que necesito en consuelo, en refugio, y que me hacen confiar aún en ciertas sutilezas que no nombro por pudor...
Y así, poco a poco, día a día, voy caminando... Dicen que eso es la vida, continuar hacia tu destino. Desconozco aún el mío, pero creo que siempre estuvo guiado por la búsqueda de la dicha colectiva, sin la cual no puede existir la mía (qué le voy a hacer: nací sin consuelo de mundo), y mas allá de desmemoriados o desalmados... Y sólo me preocupa un temor inmenso: cuando llegue la hora última ojalá pueda decir que me llega saciado, si de ella soy consciente; para entonces, todo estará en su sitio: le tememos a la muerte porque no llegamos a ella saciados de vida.
Ojalá, por tanto, llegue saciado de ti, vida...
P.D. (Y ahora, en un paréntesis, quiero hablar de ti, que hoy tampoco te nombro... Nunca debió terminar así; porque tú y yo sabemos que no estábamos saciados del todo; quizá sea esa la esperanza: regresar al origen y saciarnos al fin del amor infinito)
Un día más amanezco sobre el mar, enfrente del mar... Y aunque tengo que hacer casi 50 Km hasta llegar a la oficina (y otros 50 al regresar), lo hago bordeando este maravilloso territorio inmenso en aguas que tiene por nombre Mar y de apellido le llaman Mediterráneo...
Y qué decir de su azul-celeste, de su calma, de su quietud: una infinita, blanca y clara luz se refleja en él; y brillan las aguas azules y se reflejan, de nuevo, sobre los cielos abiertos al asombro que ven cómo su luz es repelida con celestes fuerzas... Para entoces, se elevan, colmados de hermosura y contento, los cielos que me protegen...
Quizá sean estas las horas más hermosas de mis días; esas en las que me acompañan músicas que persigo y paisajes que conmueven como el primero aquel que retengo siempre: cuando vi el mundo y supe de su muchedumbre...
Y también, en esas horas, voy agradeciendo a los dioses el que me permitan seguir aquí, sobreviviendo con mis cosas, esas que necesito en consuelo, en refugio, y que me hacen confiar aún en ciertas sutilezas que no nombro por pudor...
Y así, poco a poco, día a día, voy caminando... Dicen que eso es la vida, continuar hacia tu destino. Desconozco aún el mío, pero creo que siempre estuvo guiado por la búsqueda de la dicha colectiva, sin la cual no puede existir la mía (qué le voy a hacer: nací sin consuelo de mundo), y mas allá de desmemoriados o desalmados... Y sólo me preocupa un temor inmenso: cuando llegue la hora última ojalá pueda decir que me llega saciado, si de ella soy consciente; para entonces, todo estará en su sitio: le tememos a la muerte porque no llegamos a ella saciados de vida.
Ojalá, por tanto, llegue saciado de ti, vida...
P.D. (Y ahora, en un paréntesis, quiero hablar de ti, que hoy tampoco te nombro... Nunca debió terminar así; porque tú y yo sabemos que no estábamos saciados del todo; quizá sea esa la esperanza: regresar al origen y saciarnos al fin del amor infinito)
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