jueves, 5 de abril de 2012

MIS IMPRESCINDIBLES (8)

El poeta de la memoria, del tiempo; el que nos queda; sólo eso somos, nos recuerda siempre el poeta... Y este poema, su propia profecía, es de una fuerza y un desgarro casi de extermino; y tan enorme que siempre me sedujo por su profundo florecimiento desde las entrañas de una experiencia de vida, de tiempo; sólo eso somos y seremos. 
Y es de uno de los grandes de aquella prodigiosa generación del 50 que tantas horas de sosiego y felicidad me ha proporcionado a lo largo de mis días...

MI PROPIA PROFECÍA ES MI MEMORIA

Vuelvo a la habitación donde estoy solo
cada noche, almacén de los días
caídos ya en su espejo naufragable.
Allí, entre testimonios maniatados,
yace inmóvil mi vida: sus papeles
de tornadizo sueño. La madera,
el temblor de la lámpara, el cristal
visionario, los frágiles
oficios de los muebles, guardan
bajo sus apariencias el continuo
regresar de mis años, la espesura
tenaz de mi memoria, toda
la confluencia simultánea
de torrenciales cifras que me inundan.

Mundo recuperable, lo vivido
se congrega impregnando las paredes
donde de nuevo nace lo caduco.
Reconstruidas ráfagas de historia
juntan el porvenir que soy. Oh habitación
a oscuras, súbitamente diáfana
bajo el fanal del tiempo repetible.

Suenan rastros de luz allá en la noche.
Estoy solo y mis manos
ya denegadas, ya ofrecidas,
tocan papeles (este amor, aquel
sueño), olvidadas siluetas, vaticinios
perdidos. Allí mi vida a golpes
la memoria me orada cada día.

Imagen ya de mi exterminio,
se realiza de nuevo cuanto ha muerto.
Mi propia profecía es mi memoria:
mi esperanza de ser lo que ya he sido.

JOSÉ MANUEL CABALLERO BONALD





MIS IMPRESCINDIBLES (9)

De nuevo el tiempo; la esperanza; eso del vivir... Y otro del 50. Francisco Brines es otro de mis imprescindibles; ya sabéis: necesarios... Y este CUANDO YO AÚN SOY LA VIDA, que nos habla de esperanzas y de lo que pudo ser, siempre siempre me sobrecoge por la cintura...
Aunque tú no lo sepas...

CUANDO YO AÚN SOY LA VIDA

La vida me rodea, como en aquellos años
ya perdidos, con el mismo esplendor
de un mundo eterno. La rosa cuchillada
de la mar, las derribadas luces
de los huertos, fragor de las palomas
en el aire, la vida en torno a mí,
cuando yo aún soy la vida.
Con el mismo esplendor, y envejecidos ojos,
y un amor fatigado.

¿Cuál será la esperanza? Vivir aún;
y amar, mientras se agota el corazón,
un mundo fiel, aunque perecedero.
Amar el sueño roto de la vida
y, aunque no pudo ser, no maldecir
aquel antiguo engaño de lo eterno.
Y el pecho se consuela, porque sabe
que el mundo pudo ser una bella verdad.


FRANCISCO BRINES



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