Ayer, domingo previo a las elecciones locales y autonómicas (menos en Cataluña, País Vasco, Galicia y Andalucía, que tienen calendarios propios) en España, se publicaron diversas encuestas. Y, como no era de esperar, mi decepción sigue teniendo capacidad aún de crecimiento cuasi infinito, aunque reconozco que creí que ya estaba agotada.
Lo he comentado alguna vez ya: que las clases medias que sustentan la vieja Europa, que son las que la trabaja, la prospera y la levanta, que apenas descansa para satisfacer la codicia (gracias, Luna: es el término adecuado) de una minoría sin escrúpulos, minoría que la condena cíclicamente a la miseria, que sean estas clases medias las que encima rehabiliten con sus votos la desvergüenza de aquellos avaros y de aquella minoría, es para, al menos, sentir poco afecto hacia tus semejantes, más allá de tener en cuenta la interesada inocencia pequeño-burguesa que se repite una y otra vez a lo largo de la historia en épocas de crisis económicas.
Para colmo, en territorios como Valencia, la desvergüenza de sus líderes es encima avalada con más votos aún. Y son votos de las clases populares del litoral valenciano, en una repetición más de espectáculos tan obscenos como los vividos hace unos años en nuestra adorada Costa del Sol, con aquellos personajes-bestias que coparon sus instituciones, sin más decoro que su desnudez de fantoches maleducados, horteras y nuevos ricos, con la codicia como bandera y el dinero como poder y como aspiración en la vida; caiga quien caiga, pues todo vale si se sobrevive con éxito; y serás entonces un héroe virtuoso donde mirarse toda la población que agoniza en su miseria de vida...
Y así, con este desolador panorama, en este mayo del declive moral de la vieja Europa, ya sólo quiero navegar por aquellos mares infinitos de asombros y por donde llevaré quizá sonidos lisboetas (ay, mi Lisboa!) bañados de la negrura de Cabo Verde... Camino del Caribe y del golfo de México, donde al menos aún hay gente que aspira a ser feliz con sólo mirar a la Luna...
http://www.goear.com/listen/
Lo he comentado alguna vez ya: que las clases medias que sustentan la vieja Europa, que son las que la trabaja, la prospera y la levanta, que apenas descansa para satisfacer la codicia (gracias, Luna: es el término adecuado) de una minoría sin escrúpulos, minoría que la condena cíclicamente a la miseria, que sean estas clases medias las que encima rehabiliten con sus votos la desvergüenza de aquellos avaros y de aquella minoría, es para, al menos, sentir poco afecto hacia tus semejantes, más allá de tener en cuenta la interesada inocencia pequeño-burguesa que se repite una y otra vez a lo largo de la historia en épocas de crisis económicas.
Para colmo, en territorios como Valencia, la desvergüenza de sus líderes es encima avalada con más votos aún. Y son votos de las clases populares del litoral valenciano, en una repetición más de espectáculos tan obscenos como los vividos hace unos años en nuestra adorada Costa del Sol, con aquellos personajes-bestias que coparon sus instituciones, sin más decoro que su desnudez de fantoches maleducados, horteras y nuevos ricos, con la codicia como bandera y el dinero como poder y como aspiración en la vida; caiga quien caiga, pues todo vale si se sobrevive con éxito; y serás entonces un héroe virtuoso donde mirarse toda la población que agoniza en su miseria de vida...
Y así, con este desolador panorama, en este mayo del declive moral de la vieja Europa, ya sólo quiero navegar por aquellos mares infinitos de asombros y por donde llevaré quizá sonidos lisboetas (ay, mi Lisboa!) bañados de la negrura de Cabo Verde... Camino del Caribe y del golfo de México, donde al menos aún hay gente que aspira a ser feliz con sólo mirar a la Luna...
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