Un signo de distinción de la modernidad en los espacios públicos, tan excesivos siempre de vanidad, es considerar como maravilloso el ser uno importante en la vida y en la sociedad en que vivimos, cuando lo verdaderamente importante es ser, simplemente, maravilloso. Y más cuando esa importancia ha sido conseguida a través de la obscenidad o de la mentira.
Y esta estética, esta moralidad, parece que se repite una y otra vez; sobre todo en sociedades que nunca sin llegar a casi nada ya se creen de vueltas...
Y encima, estos son los que aparecen como los verdaderamente importantes y suelen ser espejos de muchos: la historia reciente de España está llena de ejemplos de lo que digo.
También existen, afortunadamente, aquellos que son reconocidos por su esfuerzo, su entereza, su dedicación y su honestidad; estos quizá sean los maravillosos, los maravillosos seres humanos a los que aspira siempre una minoría (por desgracia), y como tal minoría sólo lideran el sosiego de otra minoría: la que tiene la sensibilidad suficiente como para valorar la decencia y el éxito humanos, no pícaro como aquel.
Para colmo, el mundo cambia tanto y a tanta velocidad, que si bien el trabajo fue una condena por el pecado original, hoy es un bien escaso que acarrea conflictos sociales en sociedades poco cohesionadas socialmente. Y claro, con estos vaivenes de los ideólogos del más allá y del más acá, uno acaba adulando la indecencia de aquellos golfos y vanidosos de la nada, frente a la pulcritud y la decencia de la minoría creativa, digna y honesta que suelen ser nuestros maravillosos seres humanos, aquellos que nos hacen disfrutar de la hermosura, nos alegran los momentos y nos empujan a la vida...
Como este fado al modo muñeira que me empuja a Galiza, la tierra que siempre sueño, y a donde te quiero llevar; a ti, que hoy tampoco te nombro...
http://www.goear.com/listen/ef6026d/galizia-mina-terra-maria-do-ceo
Y esta estética, esta moralidad, parece que se repite una y otra vez; sobre todo en sociedades que nunca sin llegar a casi nada ya se creen de vueltas...
Y encima, estos son los que aparecen como los verdaderamente importantes y suelen ser espejos de muchos: la historia reciente de España está llena de ejemplos de lo que digo.
También existen, afortunadamente, aquellos que son reconocidos por su esfuerzo, su entereza, su dedicación y su honestidad; estos quizá sean los maravillosos, los maravillosos seres humanos a los que aspira siempre una minoría (por desgracia), y como tal minoría sólo lideran el sosiego de otra minoría: la que tiene la sensibilidad suficiente como para valorar la decencia y el éxito humanos, no pícaro como aquel.
Para colmo, el mundo cambia tanto y a tanta velocidad, que si bien el trabajo fue una condena por el pecado original, hoy es un bien escaso que acarrea conflictos sociales en sociedades poco cohesionadas socialmente. Y claro, con estos vaivenes de los ideólogos del más allá y del más acá, uno acaba adulando la indecencia de aquellos golfos y vanidosos de la nada, frente a la pulcritud y la decencia de la minoría creativa, digna y honesta que suelen ser nuestros maravillosos seres humanos, aquellos que nos hacen disfrutar de la hermosura, nos alegran los momentos y nos empujan a la vida...
Como este fado al modo muñeira que me empuja a Galiza, la tierra que siempre sueño, y a donde te quiero llevar; a ti, que hoy tampoco te nombro...
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