viernes, 5 de agosto de 2011

UN CUENTO; para ti, que hoy tampoco te nombro...

Entré en aquella casa casi abandonada; al menos, ese era su aspecto. Vi la puerta abierta y pregunté varias veces si había alguien... Me asustó un gato negro que saltó por la ventana que al lado de la puerta también estaba abierta... Pero entré: estaba agotado de tanto caminar, y necesitaba beber agua...
Fui entrando despacio, preguntando, repetidas veces, si había alguien en la casa. Nadie contestaba y al fin entré en la cocina tras sortear un desordenado pequeño salón. La cocina estaba muy sucia. Abrí el grifo del agua, me lavé las manos y bebí hasta la saciedad...
Escuché un ruido; como de un bastón golpeado en el suelo. Sigilosamente me acerqué a otra puerta que daba a un dormitorio que olía mal. Y allí estaba una señora mayor, sentada en una silla, mal vestida y muy abandonada en aseos... Iba acercándome a ella cuando noté que tenía la mirada perdida en un determinado punto de la ventana... No hablaba; no movía las manos... Era quieta; era callada...

-¡Ya estoy aquí!, oí gritar... Intenté esconderme, pero preferí no hacerlo y que me sorprendiera allí. Era una voz de mujer...

-¡Ah!!!!, gritó

-¿Y usted qué hace aquí?, me preguntó sorprendida...

-Perdone es que vengo desde muy lejos y tenía sed; vi la puerta abierta, pregunté si había alguien y entré a la cocina a beber agua, cuando oí un golpe y vine a ver y me encontré a esta señora, aquí, sentada en esta silla, y....

-¡Ah, bueno!, dijo aquella mujer... Yo soy la vecina; hago con ella lo que puedo...; porque yo tengo que atender mi casa, sabe usted... Y ella, la pobre, está ahí sentada, sin hablar, sólo hace ruidos con el bastón cuando necesita algo, desde que... Bueno es una historia muy larga que la dejó en este estado, con la mirada fija por donde se fue caminado... Y sin ganas de comer ni de beber. Ni siquiera se acuesta en la cama; duerme ahí sentada; y yo, claro, hago lo que puedo... Porque yo tengo que atender a mi familia antes, sabe usted... Y desde aquel día...
La mujer se quedó, como la señora, mirando por aquella ventana con la mano derecha en la barbilla y la otra en la cintura, mientras seguía contándome aquella historia...

-¿Y usted de dónde viene?, me preguntó de pronto.

-Pues, verá, desde muy lejos, contesté... También es una historia muy larga...

Y fue comenzar a contarle mi historia a la vecina que la cuidaba cuando aquella señora dejó de mirar por la ventana... Se levantó de la silla, y empezó a acariciarme...

-¡Has vuelto!, me dijo...

Y me abrazó con una infinita ternura que nunca antes había sentido...

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