sábado, 6 de agosto de 2011

EL VERANO EN EL SUR DEL SUR...

Me levanto tarde; como requieren los déficit y los cansancios... Y los calores: definitivamente, amo la luz del verano, pero son excesivas sus temperaturas para este cuerpo en derrotas... Amo también sus crepúsculos, tardíos y lentos en horizontes casi perpetuos... Pero me ahogan sus excesos de temperaturas y ambientes, cuando fue moderno aligerar los cuerpos y mostrar sus imposibles hechuras: los cuerpos excesivos y enseñados, no sólo me producen rechazo estético; también incrementan las temperaturas de mi alma y del cuerpo que la sustenta: no soporto tanta ordinariez de verano por el sur del Sur; como no soporto su ajetreo; su constante ir y venir en manadas; sus ruidos; sus neveras de playa; sus sombrillas; sus cubitos para los niños... Sus pareos de estructuras óseas imposibles ya de artrosis y excesos de carnes caídas que las enseñan sin pudor... 
No, no soporto eso que llaman naturalidad. La educación siempre fue represión de gestos; de ruidos; de llantos y quebrantos. Y se aligeró, con lo que llaman modernidad, el mundo de las ataduras; y fue moderno romper esos moldes; por antiguos; por ridículos... Y le llaman libertad... Pero debería llamarse -y se llama- falta de educación colectiva; y se llama un cierto pudor ante el respeto debido al otro; ante los silencios del otro; y te miran, como raro tú, cuando excesivos son ellos; y mantienen la mirada (siempre recuerdo a mis mayores: "niños, no miréis"); y eso es moderno; eso es natural y por tanto humano, dicen... Pero también fue humano matarnos unos a otros por una liebre...

Yo llamo a todo eso regresión social para con los espacios públicos. Este país no sólo fue un país de nuevos ricos cuando se impuso el modelo económico del ladrillo y la explosión del turismo y de los promotores golfos que dejaban tirado a gente decente con sus ahorros de toda una vida, sino que, con la democracia y la libertad, en vez de superar los espacios públicos indecentes de la dictadura y llenarlos de respeto, nos hemos vuelto un país ordinario y vulgar en exceso. Y ya agotado y arruinados en ese modelo económico, nos vanagloriamos de tener este modelo social de convivencia (?), donde se ha perdido el respeto colectivo, y que cuando llega el verano y sus excesos se manifiesta en los cuerpos más abandonados en su declive, más ordinarios y tatuados, también, en exceso, con esas camisetas enseñando su conquista de gimnasio o su tatuaje más vulgar, así como hablar y gritar más alto que nadie y contar el chiste más ordinario del mundo a voces para que lo oigas tú, que sólo estás en la barra del bar solicitando una caña de cerveza, produciendo la mezcla un feismo imposible para una persona mínimamente con algo de apego a una determinada sensibilidad: la de sentir todo esto como una derrota colectiva de la educación en España. 

Definitivamente, el verano del sur del Sur me agota...

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