miércoles, 6 de abril de 2011

¡QUÉ LOCURA!

(Mi pequeño homenaje al colectivo de enseñantes, al que tanto admiro y respeto)

Comentaba hace días con una persona muy especial en mi vida que esto de las redes sociales ha supuesto para muchos una enorme terapia; que ha sustituido a mucho cura, a mucho psicólogo y a mucho fullero de la melancolía... ¡Vamos, que para muchos, y me incluyo, esto de las redes es como un psiquiatra permanente y a tu libre disposición, y sin horario ni minuta!... Porque, de cierto, estamos un poco locos todos... ¡Qué locura!
En cualquier caso, y ahora hablo más en serio, para nuestra generación, hablo de los que ya no cumplimos los 50 y largos, este nuestro país ha cambiado tanto que no podemos vislumbrarlo por el delirio de la vida tan acelerada con que lo hemos experimentado. Necesitaríamos sosiego, tranquilidad y cierta capacidad de síntesis -y sinceridad-; para entonces, nos sorprenderíamos...
Y así, muchas mañanas, en estos amaneceres limpios de nueva vida, cuando veo a escolares esperando el autobús, o entrando en sus colegios, con tanta alegría y vigor, me digo que ojalá ya lo hubiese querido yo esto por entonces, cuando aquellos agustinos nos maltrataban; tanto el cuerpo (me pegaron mucho) como el alma (todo era pecado menos rezarle a la Virgen o a Santa Rita)...
Hace unos días, acompañado por aquella misma persona a la que comentaba el nuevo papel de las redes sociales, ya sabéis, esa persona muy especial en mi vida, pasé por la puerta de aquel colegio de San Agustín, donde los curas me maltrataron y donde entraba a diario como el que entra a un suplicio; reconozco que era un niño muy difícil para la época, por mi permanente estado de excitación; era muy enclenque, pero duro de soportar; en cualquier caso, hoy sería un delito lo que nos hicieron. Porque si hoy mi psiquiatra son las redes sociales, cuando era un niño hiperactivo (hoy me hubiesen diagnosticado esto) no tuve tratamiento alguno, más allá de la sinrazón de la represión del cuerpo y del alma. Y es que nos educaron para sufrir en vez de educarnos para ser felices
Y en este hecho tan simple, pero fundamental en una sociedad, fijaos lo que hemos cambiado. Proclamo, pues, mi solidaridad y apego a este colectivo de enseñantes que hacen que nuestra infancia sea hoy más feliz que nunca lo ha sido.  Aunque, de todas formas, y como signo de la fortaleza humana, podíamos estar más locos de lo que estamos aquellos del 52, y en vez de redes sociales hubiésemos necesitado a psiquiatras más agresivos, como los incipientes de los manicomios de entonces que tan indecentes fueron también en lo humano...
¡Qué locura!.... ¡Y qué tientos!

http://www.goear.com/listen/5e9fdd5/los-tientos-del-carino-miguel-poveda

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