lunes, 4 de abril de 2011

LA SECTA DEL BIEN

Era tan sólo un párroco de aldea,
criollo o tal vez mestizo, que de repente
abrió los ojos al horror del mundo,
vio la pena infinita, el sufrimiento
en la tierra, en las aguas, en el aire.
Y le dijo a otro párroco que Dios
no era responsable de todo esto:
El mundo cayó en manos del demonio
y el gran usurpador al que venera
la ceguedad cristiana
tiene al único Dios en el infierno.

El cura que escuchó la confesión
escribió al Santo Oficio. El denunciado
ardió en la leña verde, fue a reunirse
con su Dios -que es amor- en el infierno.

JOSE EMILIO PACHECO


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