Leí a Caballero Bonald, mientras desayunaba esta madrugada. Decía en uno de sus versos que “la vida exige siempre empezar a vivirla”...
-Mejor así, me dije: Sin esa exigencia habría días imposibles... Como el de este lunes de abril en esta primavera que va y viene como un sentimiento desorientado en su corporeidad y al que no queremos reconocer en su evidencia... Una primavera que amo en el declive de sus tardes, pero que me hunde en las miserias físicamente agotables de mi mala salud de hierro...
Por lo demás, sigo perdido en esas cosas de los seres humanos y sus comportamientos; pareciera que mientras más vivimos, conforme más vida experimentamos, menos nos vamos acercando a lo que creímos verdad; o quizá es que también la vida nos ata por su complejidad infinita y su irresoluble misterio: el de los seres humanos que de ella formamos parte.
Y de cierto es que no termino de encontrar ese lugar, ese espacio, esa virtud, que me haga más dichoso en esto de formar parte de este complejo mundo que, por un lado, se nos desmorona tal como lo quisimos -donde no habitaría nunca la derrota y donde todo fue esperanza-, y por otro, sigo sin comprender por qué todo lo verdaderamente importante, humano y bueno de la vida se tiene que posponer siempre ante el enorme poderío de las pequeñas miserias que, por materiales y mezquinas, deberían siempre estar más allá de todo; allí, donde sí debería habitar el olvido...
http://www.goear.com/listen/
-Mejor así, me dije: Sin esa exigencia habría días imposibles... Como el de este lunes de abril en esta primavera que va y viene como un sentimiento desorientado en su corporeidad y al que no queremos reconocer en su evidencia... Una primavera que amo en el declive de sus tardes, pero que me hunde en las miserias físicamente agotables de mi mala salud de hierro...
Por lo demás, sigo perdido en esas cosas de los seres humanos y sus comportamientos; pareciera que mientras más vivimos, conforme más vida experimentamos, menos nos vamos acercando a lo que creímos verdad; o quizá es que también la vida nos ata por su complejidad infinita y su irresoluble misterio: el de los seres humanos que de ella formamos parte.
Y de cierto es que no termino de encontrar ese lugar, ese espacio, esa virtud, que me haga más dichoso en esto de formar parte de este complejo mundo que, por un lado, se nos desmorona tal como lo quisimos -donde no habitaría nunca la derrota y donde todo fue esperanza-, y por otro, sigo sin comprender por qué todo lo verdaderamente importante, humano y bueno de la vida se tiene que posponer siempre ante el enorme poderío de las pequeñas miserias que, por materiales y mezquinas, deberían siempre estar más allá de todo; allí, donde sí debería habitar el olvido...
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