Nunca abandonamos nada hasta saciarnos del todo. Sucede con todas las
cosas de la vida; incluidos los sentimientos más propios, como el amor,
quizá el más egoísta de todos nuestros sentimientos: amamos para que nos
amen; y nos aman para ser amados... Le llaman la vida, ese camino hacia
la nada.
Y si le tememos a la muerte es porque no vamos aún saciados de vida; el suicida, en cambio, ya está saciado de vida y agotado de caminar hacia su nada, aquella que no vislumbra aún y tanto desea...
También le tememos al desamor: sería reconocer que estamos agotados de aquello que no retornó eterno y que ni siquiera nos sació en reciprocidad; y no tomamos decisiones porque nos aterran los abismos de la soledad y el olvido, más allá de necesidades económicas que atan relaciones de por vida cuando ya están agotadas; o quizá no se supo saciar del todo con la alegría de la certeza al haber aún deudas emocionales; esas que le llaman amor y sólo es compasión y algo incalificable que deviene en ternezas lastimeras agotadas de luna...
Y si le tememos a la muerte es porque no vamos aún saciados de vida; el suicida, en cambio, ya está saciado de vida y agotado de caminar hacia su nada, aquella que no vislumbra aún y tanto desea...
También le tememos al desamor: sería reconocer que estamos agotados de aquello que no retornó eterno y que ni siquiera nos sació en reciprocidad; y no tomamos decisiones porque nos aterran los abismos de la soledad y el olvido, más allá de necesidades económicas que atan relaciones de por vida cuando ya están agotadas; o quizá no se supo saciar del todo con la alegría de la certeza al haber aún deudas emocionales; esas que le llaman amor y sólo es compasión y algo incalificable que deviene en ternezas lastimeras agotadas de luna...
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