sábado, 1 de octubre de 2011

UN DIA COMO HOY VINE AL MUNDO


Un día como hoy, 1 de octubre, hace ya 59 años, vine al mundo. Cuando vine, mi madre ya había parido por tres veces; yo era el cuarto; después vendrían tres más, los mellizos y el regalo de niño que nos hicieron cuando ya éramos más mayorcitos: Miguel. 
Sí, yo vine al mundo hace hoy ya 59 años. No lo vi hasta más tarde; y no me gustó: era gris, siniestro, triste, oscuro y cabizbajo... No tengo conciencia del mundo sino desde que empecé a andar en el andador aquel de cuatro patas con ruedas, y, sobre todo, cuando a la hora de comer (¡qué martirio: todo lo que tomaba lo vomitaba; le llaman espasmo del píloro!), y para que algo me entrara, me forzaban el comer, metido en aquel taburete de madera que me encerraba con un tablero que se flexionaba por la cabeza... Dicen que gracias a ese empeño estoy vivo, pero recuerdo que lloraba sin parar... Mi primera memoria, por tanto es llorando o corriendo (para un niño, andar por vez primera era correr, y yo huía de todo....). Y también recuerdo que todo me parecía enorme. Con los años, las dimensiones van cambiando. Como los cuerpos cambian...
Con el tiempo, y retomando la historia del otro día, y cuando yo tenía 10-11 años más o menos, se nos presentó padre en la casa de Málaga al mediodía. Y antes de empezar a comer nos reunió a todos, sus hijos, con él y con mi madre. Y nos dijo que ellos habían decidido volver a vivir juntos... Yo sólo recuerdo que mi padre no sabía explicarse bien -era muy nervioso, esa cosita mítica de los García que hemos heredado y nos sella de por vida- y que los niños nos mirábamos como avergonzados, y que yo me puse como un tomate de colorado...
Aquellos años fueron, quizá, los más hermosos de nuestras vidas; nosotros apenas conocíamos a padre; pero el pobre se desvivió para con nosotros. Y quiso recuperar el tiempo perdido otra vez; ya lo perdió con la maldita guerra: lo movilizaron como alférez provisional y estuvo en la terrible batalla de Teruel en Caballería, una guerra que todos la perdieron; pero también se había perdido ver crecer y disfrutar de sus hijos...  Pero no sabía que el tiempo perdido no se recupera (eso lo supe desde entonces; por eso me duele la gente que desprecia su tiempo), como tampoco supo que no le quedaba mucho tiempo...A los pocos años (yo tenía 14), en el verano del 66, mi padre murió en Madrid; fue un infarto de miocardio, en el hotel donde se hospedaba con mi madre, en uno de aquellos viajes para esas curas de yodo a las que acudía; ya comenté que padecía de bocio. 
Mi padre tenía 51 años cuando murió; un año antes, nos había dejado una soberbia criatura que fue como un regalo de despedida: mi hermano Miguel, al que le llevo 12 años. Y era el cuarto; tres por arriba y tres por abajo. Nuevamente el equilibrio, el centro, la aguja de la balanza, que como buen Libra que soy persigo siempre; y como el equilibrio no existe, lo anhelo; por eso un día aquí, al otro en el otro lado, buscando siempre ese destino final del equilibrio estético y vital; otra forma de locura, otra constatación de lo imposible... 
Y los niños volvíamos a vivir solo con madre; una madre que fue todo carácter y todo ternura; esa mezcla tan necesaria para una mujer con siete hijos en el mundo y con toda una vida de derrotas... Luego vendría una enorme tragedia, pero eso es otra historia y no quiero hablar de ella. Como dice mi hermano Rafael, cuando la gente que quieres se nos va hay que imaginarse que se han ido de viaje muy lejos... ¡Pero irse de viaje tan joven y tan lejos!... 
Y la vida siguió; porque siempre sigue hasta que el azar decide, y tenemos que vivir: ese prodigio que se llama vida es único y soberbio; no hay más allá; todo está acá, aquí, ahora.... Por eso, y a pesar de todo y de todos, y porque somos todo lo que somos y nada más, pero nada menos también, cada día renazco al mundo; no me gustó entonces, ni me gusta ahora; pero el tiempo que me quede se lo dedicaré a él y a sus cosas. 
Sólo así sabré y podré llegar hasta el final: navegando en tierra firme y buscando el equilibrio que no existe...
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P.D. El año pasado, en este mismo día, recibí un regalo muy temprano en mi oficina. Era un libro que relataba la decadencia de cierta forma de vida acomodada en la Lisboa del comienzo del siglo pasado. Y venía con una postal de Lisboa donde se divisa la Avenida da Liberdade... En el reverso, un texto de Stevenson que habla de la belleza de las Islas del Sur, en donde cuentan estuvo en tiempos el "Paraíso". Y un texto añadido: 
"¿Recuerdas el final de EL SUR? La protagonista guardaba en la maleta unas postales que contenían el Sur... Así, esta postal encierra a Lisboa, que como el Sur, será nuestro paraíso perdido, el lugar de la utopía... Feliz cumpleaños".

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