domingo, 30 de octubre de 2011

EL TORMENTO DE LA CREACIÓN


La mañana llega en luz; un café nespresso; una tostada de pan de la Curruca de Coín, con ajo y aceite; y Mahler... Y me pongo los cascos que me aíslan de mundo; y ya suenan las trompetas, los violines y los tambores... Y esos andantes, lentos, prodigiosos, del maestro, del atormentado maestro Mahler. Y suena en el iPod la Orquesta Sinfónica de Chicago dirigida por G. Solti. Escucho la 5ª sinfonía, en su último movimiento... Y la hermosura de estos sonidos me erizan la piel...
No conozco artista que se precie que no sea un atormentado: el tormento es necesario; sin tormento no habrá obra de arte; habrá triunfos; habrá glorias; habrá businees; pero no habrá arte, no habrá creación auténtica... No habrá desgarro... Ese desgarro, ese estado de impaciencia y de derrota, previo a la consumación del arte, a su exaltación, a su conquista. No hay arte ni lo habrá en donde no hay vida, en donde sólo hay inteligencia y oficio; necesarios, si, pero no suficientes: se llama capacidad de sufrir para crear y emocionar... Sólo unos pocos lo han sido en la historia; y han sufrido tanto, es decir, han creado tanto, que acaban tristemente atormentados de por vida y no fueron felices, pero nos dejaron  su obra, para nuestro gozo, para que aprendamos a disfrutar del arte sin tener que sufrir tanto para producirlo, si es que somos capaces de ello aún teniendo inteligencia y oficio... 
Y esa es nuestra gratitud para con ellos: se sacrificaron por nosotros para hacernos la vida más hermosa; nosotros, los otros del común...
Amanezco tardío, con cafés expresos, tostadas con ajos y aceites, y con Mahler... ¿Se puede pedir algo más para gozar aunque sólo sea un momento? Ah!, sí, se me olvidaba: sólo falta tu sonrisa (sí, la tuya, que tampoco hoy te nombro); y si acaso, una caricia... 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios