miércoles, 12 de octubre de 2011

SIN GUSTARME EL MUNDO, AÚN...


Cuando yo era pequeño no me gustaba el mundo; era grande y era feo. Después fui creciendo y tampoco me gustaba el mundo; ya no era tan grande, pero era inmensamente injusto. Y seguía siendo feo... Por aquellos entonces, el mundo se ceñía a un círculo cerrado de ternuras aisladas y a unas afueras enormemente entristecidas de derrotas.
Luego, vinieron los viajes... Y ya supe, entonces, que el mundo seguía siendo grande pero que había lugares menos sombríos, más llenos de esperanzas...
Y me hice mayor, eso que llaman muchacho, y supe entonces que la vida, que el mundo, era complejo, ya no tan grande quizá, y donde había una infinita tarea por hacer: había hambre; había guerras; había odio; había violencia; había barbarie... Y me refugiaba en lecturas, en periódicos, en pinturas, en músicas, en aprender por qué sucedía lo que sucedía y lo que nos ocultaban; y en mujeres hermosas: siempre quise tener cerca a mujeres hermosas (quizá por eso nunca fui monógamo sino variable...)
Y tuvimos que actuar; y salimos a la calle... 
Y seguían los viajes; y seguía sin gustarme el mundo: seguían siendo muchas las tareas por hacer... Sí, los viajes, ya al extranjero, te abrían la mente, los ojos, las manos: había otro mundo, y mejor, en algunos aspectos; pero también había otro mundo, mucho peor, en bastantes más aspectos...
Con los años nos hicimos mucho más mayores (los años son una forma de contar la vida) y también nos hicimos, con los años, más escépticos (los años son también una forma de renuncias). 
Y aquí me encuentro, en un 12 de octubre de 2011, tardíamente amanecido a vida, tras una inquieta noche de toses y derrotas... 
Afortunadamente, luce un sol espléndido que me empuja a vida; pero, de cierto, cuando aún soy la vida, me sigue sin gustar el mundo...

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