miércoles, 6 de enero de 2016

SIEMPRE EL MISMO MAR

Siempre el mismo mar, el de enfrente, el eterno Mare Nostrum en sus confines…
Y siempre el mismo lugar, adonde la vida me conduce y lleva…
Pero nunca es el mismo mar ni misma la luz en sus días: es el misterioso cielo, es lo lejano de lo desconocido, lo extraño, lo infinito…
Siempre el mismo mar y nunca el mismo; y siempre el mismo asombro, la misma sobrecogedora manera de sentir y el mismo e inmenso temor… Y las mismas preguntas sin respuestas:
¿Qué la vida?
¿A qué el mundo?
¿Para qué el mar?
Un mar al que siempre nos llevaba padre; cuando pudo; sí, cuando pudo pedirnos perdón por tanto olvido; cuando, al fin, le permitía la vida disfrutar de nosotros; cuando para nosotros fue la libertad, los viajes, los días sin descanso y su pesado sentido del humor cuando nos llevaba al campo de cacería…
Pero a mí me gustaba este mar, el mar de Marbella, tan virgen entonces, y que nos pertenecía casi en su totalidad; o el mar de Torremolinos, el de Playamar, cuando estar entre extranjeros nos abría la mente, la cara, los ojos, y nos enseñaban formas de la libertad…
Luego llegó la tragedia, el espanto y, de nuevo, los silencios…
Y desde entonces, cada vez que llego al mar, a este mi mar, se me aparece siempre mi padre…
Hoy, víspera de Reyes, con el cuerpo cansado, con los mismos males eternos ya por estas fechas, con paracetamol y antihistamínicos, bajé al mar de enfrente; necesitaba verlo, olerlo… Al modo regalo de Reyes; al modo inocencia y ternura… Y sentir que estoy vivo, que sigo vivo…
Sí, este mar forma parte de mi vida; como cuando, desde abril y mayo, cuando aquellos Baños del Carmen, cuando aquellos jueves por la tarde sin curas…
Cuando padre nos quiso rescatar del olvido… 
Sí, este mar mío; un mar eterno para la humanidad y que siempre ha formado parte de mi vida…


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