jueves, 9 de febrero de 2012

OTROS TEMPOS...

Releía (anoche, en cama) la trilogía de Campos Reina. Y decía en UN DESIERTO DE SEDA (Debolsillo. Barcelona 2003):

... "Tía Joaquina y tía Pilar hacía tiempo que habían superado la barrera de los ochenta años y parecía que la muerte se hubiera olvidado de ellas, molesta por el humor con el que sobrellevaban sus achaques (...) Después de los saludos, las dos hermanas se acomodaban en los sillones, extraían de sus bolsos las trompetillas, pues ambas eran sordas de solemnidad, y se disponían a conversar sin complejos, salteando las pocas palabras que lograban entender con los añadios de su fantasía, siempre torcida hacia la vis cómica, a la que acababan arrastrándonos a todos (...) Al marchar, dejaban a sus espaldas el rastro de la indulgencia y del buen humor, que quizá sea la principal muestra de la educación más esmerada"...

¡Cuántas veces he vivido, me han contado (madre) -o he leído: ¡qué más da!- escenas como estas de generaciones pasadas! Esos tiempos sin medios de comunicación prontos, sin teléfono, sin radio, sin televisión... Cuando aquellos parlanchines que iban por los campos para contarles historias a aquellos que les abonaban luego sus servicios: no sólo les ponían al día de los mentideros y de los cotilleos del pueblo; también les agradecían el haberlos entretenido durante el tiempo de la visita.

Era, fue, el pasado, eso que sólo es tiempo (somos tiempo), pero que cada época tiene su tiempo, su tempo, su ritmo y su gente... Y, a veces, demasiadas veces quizá, siento que debí haber nacido en otra época; cuando, si bien la condición humana era la misma, al menos el tiempo, el tempo, su ritmo y su gente no fueron tan torpemente inhumanos...





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