El viento sonaba a miedo: La Naturaleza, cuando se presenta con todas sus fuerzas, me aterra hasta el espanto, mientras la mar crecía en espumas lejanas -esa forma suya de protesta ante el malestar- y los árboles impedían su paso con rumores de hastío...
La mañana vino con aires soliviantados en vientos imposibles; las montañas de Mijas impedían el acceso inmediato de los aires empujados y buscaban cañones y anchuras que le permitían el tránsito hacia el desparrame marino y total... Y era la fuerza su ruido; y era el ruido su temor... Un ruido tan inmenso que hasta se veía en el aire que bailaba las ramas de los árboles y desplazaba cuerpos y vehículos...
Y sentí, como un río, que no tenía nada: sin aguas quietas, sin sustentos, sin amparos. Y con la cara al viento...
Pero fue alcanzar cierta bahía, la de la Ciudad del Paraíso, cuando, al fin, la Naturaleza se nos calmó y dejaron los vientos de zarandear los aires... Para entonces, el sol claro y hermoso alumbraba de nuevo la vida...
Y te soñé; a ti, que hoy tampoco te nombro...
Ay!... ¡Si supieras cuánto te sueño!
La mañana vino con aires soliviantados en vientos imposibles; las montañas de Mijas impedían el acceso inmediato de los aires empujados y buscaban cañones y anchuras que le permitían el tránsito hacia el desparrame marino y total... Y era la fuerza su ruido; y era el ruido su temor... Un ruido tan inmenso que hasta se veía en el aire que bailaba las ramas de los árboles y desplazaba cuerpos y vehículos...
Y sentí, como un río, que no tenía nada: sin aguas quietas, sin sustentos, sin amparos. Y con la cara al viento...
Pero fue alcanzar cierta bahía, la de la Ciudad del Paraíso, cuando, al fin, la Naturaleza se nos calmó y dejaron los vientos de zarandear los aires... Para entonces, el sol claro y hermoso alumbraba de nuevo la vida...
Y te soñé; a ti, que hoy tampoco te nombro...
Ay!... ¡Si supieras cuánto te sueño!
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