jueves, 23 de febrero de 2012

AL VENT

Cuando yo vine al mundo, en aquel primero de octubre del 52, en España mandaba un hombre bajito, con cara de malo tras su bigotito ridículo, y con voz de niño insolente y mimado, que nos regañaba a diario (bueno, en los NO-DO, que siempre salía discurseando, tras inaugurar pantanos y las primeras fábricas del afamado INI necesario tras la autarquía). Y nunca entendí por qué nos regañaba, pues había ganado la guerra que inició y deberíamos ser los demas los que le regañasen a él por el dolor causado y tan terible que llega hasta nuestros días: aún no se ha enterrado el franquismo, y así nos va...

También, cuando yo vine al mundo, España era fea y sus ciudadanos eran enclenques y bajitos súbditos silenciosos, rencorosos y temerosos del miedo constante a ser delatados por su pasado más reciente o por su incierto futuro... España era un páramo de silencio y amargura...
Y también recuerdo que cuando tuve conciencia de vida supe que mi familia era inmensamente buena, acomodada por suerte respecto a la misería que se veía por las calles, y que estaba partida en dos y sin saber por qué... Pero eso es otra historia...

Ya en la juventud me hice de izquierdas; bueno, ya antes creo que era beato, o al menos me gustaban las vidas de aquellos santos que nos contaban los curas y a los que quise imitar; sobre todo la de aquellos que se iban lejos del mundo que conocíamos para cuidar a los más necesitados, siendo ellos unos seres privilegiados que lo tenían todo, como mi santo patrón, Francisco de Javier, a cuyo Castillo acudí cuando anduve por Javier y las Cinco Villas y que pronto revisitaré...

Y claro, nos fuimos haciendo mayores y nos tocó tomar partido: aquella España seguía siendo fea y muy desigual. Y en aquellos años de facultad, cuando ya había sucedido el contubernio de Munich (ayer lo relataba el Ministro de Estado Margallo, que reconozco que es un gran fichaje para los tiempos que corren: al menos es europeista y su atlantismo es íbero, no anglosajón; creo que ese contubernio significó la ruptura de la burguesía española con el régimen de Franco ante la necesidad de abrir mercados hacia Europa), hubo más días de huelgas y asambleas que lectivos... Y desde entoces, mi vida entera ha sido una constante confrontación con el mundo que me ha rodeado... No me ha quitado felicidad; creo que la felicidad es un concepto relativo y que depende de cada uno; yo he sido feliz, en los momentos que la vida te permite ser feliz, a pesar de mi actitud crítica y radicalmente alejada del mundo que me tocó en vivir.
Y ya en aquellos años, los estudiantes de Málaga ya oíamos hablar de un capitán, luego coronel, de la Guardia Civil que se llamaba Tejero (en alguna manifestación de aquellas de Málaga de por entonces apareció impidiéndola) y que años más tarde, ya iniciado el camino que creíamos sin retorno, entraría en el Congreso de los Diputados al grito de "QUIETO TODO EL MUNDO".... Y también recuerdo que me fui al pueblo, para estar al lado de mi madre...
Afortunadamente, aquello fue un ejemplo más de la ridícula, chapucera y quijotesca España, envalentonada de boquilla y asustadiza y fullera al pronto. Pero una vez más nos hundió en cierta tristeza colectiva...

Hoy es el aniversario de aquel acontecimiento; después de aquel nefasto día ya sabemos qué pasó... Y cuando ya nos creíamos aquello de que España iba bien y de que íbamos a coger en PIB per cápita a Italia y a Francia, cuando empezábamos a construir una España moderna, eficiente, socialmente aceptable, llegó de nuevo la gran mentira del mundo... Y es que, mientras haya propiedad privada regulada y protegida por encima de otros derechos, hasta por encima del derecho a la vida y la dignidad humanas, el mundo será siempre una porquería....
Y sólo nos queda, a la progresía, a la gente de bien, a los seres " humanos", que aún son la mayoría, una sola función: luchar a diario para que, al menos, no se tense demasiado la cuerda y así intentar mantener el pacto social y la cohesión necesarias que nos permita poner los pañales que haya que poner para poder sobrevivr con cierta dignidad mientras no cambien los hombres y sus asuntos...

Cuando yo vine al mundo, no me gustó.
Hoy, cuando ya lo conozco más y mejor, reafirmo mi impresión: no me gusta este mundo.
Pero es el que hay. Y hay que intentar sufrirlo lo menos posible, aunque muchos sepamos del esfuerzo que requiere ese intento y de que la lucha por la vida, por la dignidad y por la libertad continúa...
Al vent...

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