jueves, 13 de mayo de 2010

LAS FIEBRES...

Como aquellas del oro, en épocas de crisis aparecen siempre las fiebres; las fiebres de los impostores; y las fiebres de las imposturas... Y, como no, y en primavera, las fiebres de las calenturas, las de los cuerpos agotados, las de las impotentes traiciones físicas (que, dicen, las supera el tiempo, a pesar de crónicas), y las de las traiciones morales (las más dolorosas, las que nos dejan pozos de amargura insoslayables, a pesar, también, de crónicas para con la historia del hombre)...
Ya puedes creerte al fin en atalayas deseadas desde donde reconstruir y disfrutar de sosiegos imposibles ya antes...
Y ya puedes, también, recrearte en haber alcanzado metas irrepetibles en el ya pasado...
Pero de pronto, y sin apenas darnos cuenta, ¡zas!...
Y aparecen y resucitan de nuevo los demonios, los temores, los comienzos...
Y son los regresos a las otras fiebres; a aquellas que ya creímos superadas...
Y es de nuevo la deslealtad; y es de nuevo la envidia, el oportunismo, la desfachatez y la indecencia...
Son las fiebres; como aquellas del oro, que en épocas de crisis siempre regresan... Son las miserias humanas; y son las indecencias morales...
Es la fiebre; y es la calentura...
Y es el fracaso de un cuerpo agotado en su lucha por el sosiego; aquel que creyó alcanzar en un largo sueño de vida...

P.S. Tos, fiebre, zumos, pañuelos, mucosas inflamadas, disneas, ojos llorosos, picores de oídos, narices descamadas, sinsabores ocultos, gustos destruidos, decepciones, deslealtades y desconsuelos... Mejor inhalar más corticoides, tragar más agua, paracetamol y antihistamínicos... La cabeza ya no olfatea, y la nariz no intuye: son los desequilibrios de las fiebres que regresan, como aquellas del oro, en épocas de crisis... Son las traiciones de los cuerpos; y son las deslealtades de las almas... Y es el final: el agotamiento y la renuncia.

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