lunes, 21 de enero de 2008

LA MORAL, LA ÉTICA Y LA ESTÉTICA

Para la derecha, para los ricos avaros, para los conservadores, la moral es la moral de la Iglesia que en su día se inventaron, sea esta del color que sea, católica, luterana o islámica. Y como el sistema capitalista puro y duro que defienden (aparece entonces el lado más prosaico de la moral, la moral del mercado, un mercado que nunca es democrático ni libre, ni competitivo: siempre hay empresas líderes; siempre hay duopolios o monopolios; y siempre hay niveles de información distintos..., ni, por tanto, perfecto como reclama la doctrina oficial liberal; un mercado sólo sería perfecto y/o competitivo, si es un mercado en el que todos los operadores tuviesen las mismas oportunidades; como una democracia real es sólo aquella en la que todos sus ciudadanos tienen las mismas igualdades de oportunidad, cosa que no sucede nuncanojamas) no existe sino en su ideario ideológico y es bastante inmoral o amoral, tienen que respaldarse en una moral ajena y creada para la ocasión, como superestructura ideológica que tranquilice conciencias y regularice -en el más allá- las desigualdades que el sistema crea -en el más acá- a través de la resignación y el perdón de los pecados (sobre todo, el de los que oprimen y machacan al personal). En ese discurso aparece muchas veces el voluntarista papel social de la empresa, discurso que sólo pretende justificar su necesidad por su enorme capacidad como contratadora de empleo y generadora de ingresos públicos a través de los impuestos... ¡Como si los impuestos no sirvieran para, por ejemplo, crear infraestructuras necesarias para el desarrollo económico y el crecimiento de aquellas empresas que pretenden sacralizar como moralmente aceptables!...

El único modelo de empresa socialmente aceptable es la cooperativa; pero la auténtica, no las sociedades anónimas laborales que son las que abundan...

Y se suele acusar a la izquierda de su materialismo, de su negación de los valores morales y de su ateísmo nihilista... Y es que la moral de la izquierda es la denuncia permanente del modelo inmoral de la derecha, que reivindica una moral foránea en su incapacidad de crear una moral intrínseca a su modelo de vida y de desarrollo social. Y esa moral de denuncia pasa por desmantelar ese entramado que la derecha llama moral y que no es más que un gran cuento que necesitan inventarse para acallar su mala conciencia, toda vez que las sociedades actuales son incapaces de desarrollar un modelo de desarrollo económico que lleve implícito -y en paralelo- un modelo de desarrollo moral suficientemente justo y democrático para el conjunto de la sociedad.

Un ser humano moralmente aceptable será el único capaz de garantizar una sociedad éticamente perdurable. Y sólo así se construirá un mundo nuevo estética y humanamente habitable.
Para entonces, el mundo será el paraíso de la sensibilidad y del debate de las grandes lagunas del hombre frente al mundo, y del hombre en su ignorante malestar del vivir sin saber su fundamental y verdadero papel en el universo, cual es su conocimiento para transformarlo y hacerlo más aceptablemente humano y socialmente más estético.
Y en ese caminar hacia un mundo moralmente más humano, se quedarán en el camino los innobles, los insensibles, los falsos intelectuales y los insolidarios triunfadores de hoy... Porque el progreso moralmente humano sólo es posible desde una atalaya sensible a los problemas de los más débiles y de los que menos oportunidades tuvieron en la vida, y que tan presentes los tenemos en el mundo de hoy: son las perdedores; son los derrotados; son los proscritos por la moral y el orden imperantes...
Y, como conclusión, sólo el hombre moralmente solidario, éticamente sensible y estéticamente preocupado por el futuro de la sociedad es un hombre que podemos considerar de izquierdas y con capacidad de intentar una verdadera transformación del mundo. Y será el momento de desmantelar a tanto falso progresista, tanto falso intelectual, que no sólo es incapaz de reconocer sus miserias, sino que además pretende seguir dando discursos trasnochados con recetas tan antiguas como la mentira y la desfachatez.

Y añadiríamos también, que sólo un ser humano sensible y atento para con el mundo es susceptible de considerarse de izquierdas: la derecha, el ser y estar para con la derecha, el ser y estar en una visión conservadora del mundo, es aceptar de principio que el mundo está bien como está y que todo debe seguir estando como está... Y un ser y un estar sensibles no pueden admitir que el mundo puede permanecer así por más tiempo sin rebelarse y sin intentar cambiarlo.
Pero en el camino hay traidores, revisionistas y autoproclamados modernizantes de antiguas y denostadas posiciones de visionarios y salvadores, según sus modernos y triunfantes nuevos discursos, cuando en el fondo no son más que príncipes como aquel que necesitaba cambiar todo para que nada cambiase... O consentidores, o compinches, de los grandes poderosos del mundo que utilizan un discurso interno para su electorado ("de diez cabezas que existen, una piensa y nueve embisten", como decía A. Machado) y en el fondo sólo son peones encubridores de la cruel realidad del verdadero poder: el económico y su falso discurso de la globalización que sólo trajo nuevos mercados para sus empresas. Con el tiempo, y en pago de favores, salen todos "colocados" por aquellos en algunas de sus grandes corporaciones, pues se trata de atar para los restos todas las posibles debilidades de contar (o escribir memorias despechadas) historias secretas y desconocidas por las buenas y limpias conciencias del mundo que siguen sustentando que el hombre es un ser moral...
Por último, constatar cómo el hombre moralmente solidario, éticamente sensible y estéticamente preocupado por el futuro de la sociedad (lo que hemos venido en llamar el ser de izquierdas) es el perfil exacto del perdedor moral en esta sociedad del principio del nuevo milenio: los ganadores son sus enemigos, son sus inmorales poderosos . Y es doblemente perdedor: internamente, por su actitud moral frente al mundo, lo que le sume en un profundo malestar, y externamente, por la traición de los que consideró defensores-representantes de aquella su actitud moral, ética y estética ante el mundo, lo que le lleva a un descreimiento absoluto en la bondad del ser humano...

Y así, la modernidad del principio del tercer milenio de la era cristiana sólo ha traído más decepción y desconsuelo, si cabía, al ser moralmente solidario, éticamente sensible y estéticamente preocupado por el futuro de la sociedad. Y así, el mundo está lleno de depresivos perdedores al borde del suicidio colectivo.

Negros nubarrones se ciñen sobre el futuro de la humanidad...