domingo, 13 de marzo de 2011

EL ÁRBOL DE LA LUNA

Inconfundible en sus maneras, me acerqué con desdén, pues sabía, por experiencia, que no hay que hacer concesiones cuando pretendemos que se nos ofrezca lo mejor, -"no vaya a creerse interesante y pierda su frescura", me dije.
Sí, allí estaba, esplendoroso en su esbeltez. Me senté a sus pies, y esperé, con ansiedad, que regresara la luna a posarse por entre sus ramas, con la sola y cómplice ternura de su silencio.

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