Inconfundible en sus maneras, me acerqué con desdén, pues sabía, por experiencia, que no hay que hacer concesiones cuando pretendemos que se nos ofrezca lo mejor, -"no vaya a creerse interesante y pierda su frescura", me dije.
Sí, allí estaba, esplendoroso en su esbeltez. Me senté a sus pies, y esperé, con ansiedad, que regresara la luna a posarse por entre sus ramas, con la sola y cómplice ternura de su silencio.
Sí, allí estaba, esplendoroso en su esbeltez. Me senté a sus pies, y esperé, con ansiedad, que regresara la luna a posarse por entre sus ramas, con la sola y cómplice ternura de su silencio.
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