Decía Vergilio Ferreira, que "ser inteligente es ser desgraciado. El imbécil es feliz". Debe ser por esto por lo que veo tanta imbecilidad en el mundo: la gente se dice feliz...
Ya oscurece menos despacio; los días tienen ya ese halo de misterio que les da la luz blanca y suave del otoño, y nos aflora cierta tentación oculta: la de tocar ese misterio. Desde muy pequeño tuve un deseo: era tocar la luz; cuando un rayo de luz, en el silencio de la noche entraba en la habitación infantil (siempre dormí poco y mal, y me despertaba la luz y sus fantasmas), siempre quería tocarlo; pero se me escapaba. Y ya desde entonces siempre sueño con tocar la luz algún día...
Y siempre que llega el otoño me creo que será entonces, porque cuando llega el otoño la luz cambia de tono, de fuerza y de oblicuidad. Y siempre que llega el otoño busco ese rayo de luz, que al entrar por la ventana nos deja ver el aire y su polvo suspendido; a modo de señal, de guía; y me lanzo siempre a tocar la luz. Y la toco, sí, pero se me derrama por la piel y no la puedo contener y llevarla a otro lugar: la luz sólo encuentra los espacios y recintos que la naturaleza le ofrece; y al parecer, mis manos no están en ese proyecto. Pero si mi corazón, mi razón, y mi inteligencia que me lo reprime.
Por eso soy desgraciado, porque mi corazón me pide tocar la luz y mi inteligencia me detiene y me recuerda que nunca lo conseguiré. Porque la eternidad vive siempre con nosotros; y también vive en la vida. Y así, mi deseo de tocar la luz será eterno en mí hasta que me muera.
Por eso le temo a la muerte, porque no irá saciada de mi deseo de tocar la luz...
Por eso soy, siempre fui, y seré desgraciado, porque mi inteligencia me dice que nunca lo conseguiré; tú, mi luz, mi conquista no saciada aún...
http://www.youtube.com/watch?v=CyDtqrATko0
Ya oscurece menos despacio; los días tienen ya ese halo de misterio que les da la luz blanca y suave del otoño, y nos aflora cierta tentación oculta: la de tocar ese misterio. Desde muy pequeño tuve un deseo: era tocar la luz; cuando un rayo de luz, en el silencio de la noche entraba en la habitación infantil (siempre dormí poco y mal, y me despertaba la luz y sus fantasmas), siempre quería tocarlo; pero se me escapaba. Y ya desde entonces siempre sueño con tocar la luz algún día...
Y siempre que llega el otoño me creo que será entonces, porque cuando llega el otoño la luz cambia de tono, de fuerza y de oblicuidad. Y siempre que llega el otoño busco ese rayo de luz, que al entrar por la ventana nos deja ver el aire y su polvo suspendido; a modo de señal, de guía; y me lanzo siempre a tocar la luz. Y la toco, sí, pero se me derrama por la piel y no la puedo contener y llevarla a otro lugar: la luz sólo encuentra los espacios y recintos que la naturaleza le ofrece; y al parecer, mis manos no están en ese proyecto. Pero si mi corazón, mi razón, y mi inteligencia que me lo reprime.
Por eso soy desgraciado, porque mi corazón me pide tocar la luz y mi inteligencia me detiene y me recuerda que nunca lo conseguiré. Porque la eternidad vive siempre con nosotros; y también vive en la vida. Y así, mi deseo de tocar la luz será eterno en mí hasta que me muera.
Por eso le temo a la muerte, porque no irá saciada de mi deseo de tocar la luz...
Por eso soy, siempre fui, y seré desgraciado, porque mi inteligencia me dice que nunca lo conseguiré; tú, mi luz, mi conquista no saciada aún...
http://www.youtube.com/watch?
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