domingo, 4 de septiembre de 2011

AMO LA VIDA, LAS MUJERES Y LAS CIUDADES

Tardía llegó esta mañana de domingo de septiembre, ese mes de los cambios, de los acomodos, de los tránsitos... Como tardío amanece uno a la vida casi a diario: siempre amé los amaneceres tempranos; pero siempre me encontré con el freno de la cama o de los asuntos: ¡qué alegría más grande quedarse media hora más en cama, los días de domingo, donde en nada que hacer está su función!!!... 


De igual modo, aunque no tardío -al contrario, desde muy temprano en edad-, siempre admiré -y me cautivó- la capacidad del hombre para conocer y crear. Y, desde mucho antes de los miedos, ya admiraba los puentes sobre los ríos; como admiré las casas sobre las ciudades; y me cautivó siempre un barco flotando sobre la mar... Y la primera vez que vi despegar un avión, quise volar en él; creo que lo hice, pero con la boca abierta en asombros... Y siempre admiré la construcción lógica de las matemáticas, como aquellos primeros poemas de amor que leí en aquellos años del descubrimiento de la vida... 


Yo me quedo con esta parte de la historia del hombre, de la humanidad; yo me quedo con el conocimiento, con la inteligencia, con la creatividad, con la belleza y la hermosura de la dignidad del hombre... Dejo para otros la barbarie; la locura, la codicia, la propiedad y la nada... Porque el hombre al que aspiro es un hombre decente con la espiritualidad de su inteligencia, con el sentido de los afectos y con la bondad de su brevedad y decadencia con sentimientos de derrota... 


Nadie es nadie sobre el mundo; todos somos los que somos. Y entre todos la nave va... Ni quiero guías, quiero dudas; no quiero verdades ad hoc, quiero descubrimientos; y no quiero maldad, no quiero violencia: sólo estoy preparado para la ternura...


Y me alegra la mañana; tardía quizá, pero llena de esperanzas... Ya en el Louvre (gracias, Luna) se puede contemplar un extraño busto etrusco que representa a un hombre joven vestido con toga, y tiene marcado el vientre con una incisión que desvela los órganos del cuerpo... 
Harold Bloom, el crítico literario, con 81 años nos deja su "La anatomía de la influencia", su summa literaria.. 
Y Stéphane Hessel, el indignado, con 88 años, nos dice hoy en EL PAIS que "Amo la vida, las mujeres y las ciudades"...
Amanezco tardío cuando aún me sigo asombrando de la creación del mundo y de la inteligencia del hombre frente a su contrario, la maldad y barbarie, que también lo poseen, y cuando también amo la vida, las mujeres y las ciudades..

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