miércoles, 14 de septiembre de 2011

EL OTRO LADO DEL JARDÍN

En la primera mañana, cuando el amanecer, tardío ya, de estos últimos días del verano, leía el prólogo que Borges compuso sobre Oscar Wilde, dentro de una colección inacabada (murió cuando había terminado 64 títulos de los 100 que habrían de constituirla) que se tituló Biblioteca Personal. Y dice Borges:

"Observa Stevenson que hay una virtud sin la cual todas las demás son inútiles; esa virtud es el encanto. Los largos siglos de la literatura nos ofrecen autores harto más complejos e imaginativos que Wilde; ninguno más encantador. Lo fue en el diálogo casual, lo fue en la amistad, lo fue en los años de la dicha y en los años adversos. Sigue siéndolo en cada línea que ha trazado su pluma... Jugó trágicamente con su destino... En su destierro voluntario le dijo a Gide que él había querido conocer el otro lado del jardín... Su obra no ha envejecido; pudo haber sido escrita esta mañana".

De cierto que textos como estos alivian la mañana; al pronto, divaga uno sobre el tiempo que siempre pasa y la vida que nos empuja y que siempre está llegando... Y no descansa; no llega para quedarse: enseguida se nos va... Para no volver... Y en esa huida del tiempo, de la vida que no termina de llegar cuando se nos escapa (sólo somos tiempo), siempre siento como si nunca tendré la oportunidad siquiera de conocer "el otro lado del jardín", aquel por el que siempre, desde que me conozco y reconozco, lucho y persigo; aquel donde dejamos tantos deseos por saciar, por realizar; aquel que la duda rechazó; aquel del que los miedos nos alejaron; aquel que soñé en la dulzura de vivir en libertad toda; aquel donde vivir es estar rodeado de ternura; aquel donde habita la solidaridad, la dulzura, le belleza y el encanto, siempre el encanto, de sabernos libres y en paz con el mundo que nos rodea y consume...

Aquel jardín al que siempre deseo llegar; o quizá volver... Porque creo que ya lo conocí antes; sí, fue allí, donde fue mi niñez... Y donde hubo un determinado jardín... Ya por entonces quise ser encantador de por vida; y ya, por entonces también, quise vivir en un mundo como el que yo vivía pero que muchos otros niños no podían hacerlo. Y ya, desde entonces, tomé conciencia de la necesidad de conocer el otro lado del jardín donde todos los hombres fuesen honestos con la ternura de su inteligencia, y donde nadie tuviese que renunciar al amor y a la libertad por culpa de la duda, de los miedos, o por culpa de los otros, los de este lado del jardín...

Y en ese mundo, en aquel otro lado del jardín, sólo habitaría la felicidad de sernos libres...

http://www.youtube.com/watch?v=l0Iur4K9CiI

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