Y así, los cielos nunca negrean ni las rías jamás oscurecen...
Es la luz, son las luces, de esta prodigiosa tierra por encima del norte de Portugal, por donde pronto me pasearé en busca de sentimientos que persigo, más allá de instantes y de recuerdos, y que forman parte de mi extraña vida cotidiana...
Entiendo que parezca raro (se me explicita en exceso) hablar y sentir de estas cosas de las que hablo y siento; y persigo... Pero a mi edad, ya no tengo remedio... Así soy y así seré: quizá un ser imposible en el espectro del común.
Lo reconozco: soy extraño a este mundo, porque el mundo me ha hecho extraño de él... Y, a veces, como decía Pessoa, me pregunto: "¿Qué tengo yo que ver con la vida?"
Una vida que por única es maravillosa y estamos obligados a disfrutarla; de lo contrario, seríamos tan ingratos como imbéciles. Pero una vida, también, que se vive en un mundo tan huraño como hostil para la felicidad, la honestidad, la libertad, la inteligencia, la solidaridad y el humanismo.
Y en esa batalla, en esa agotadora lucha, siempre acabo derrotado de miserias; y me refugio entonces en esos lugares donde se me calman los sentidos, y donde afloran los mejores sentimientos que persigo y necesito para seguir sobreviviendo de mundo... Como esta Galicia que persigo y me asombra; como aquel Portugal que sueño; como aquel mi adorado mar Mediterráneo, donde vivo y donde siempre viviré; y cerca de ti, que hoy tampoco te nombro...
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