miércoles, 27 de julio de 2011

ATRAVESAR LAS ESPAÑAS...

Atravesar España, por el oeste, de Norte a Sur, es todo un espectáculo... Si la Galicia que peregrino o la Asturias cercana que anhelo siempre, ya son prodigiosas en sus maneras, en sus calidades de vida, en sus fortalezas de tierras y mares soliviantados, pero hermosamente acogedoras, las tierras de Zamora y del Duero, que lindan con Trás-Os- Montes de Portugal, las románicas tierras zamoranas, las llanuras por donde anduvo el Cid, el granero de las Españas -ya amarillo de recogida del grano, ya verde de vid de exquisitos vinos-, o la espléndida Salamanca, cuyas catedrales (la Vieja y la Nueva) se divisan a lo lejos desde aquellas llanuras castellanas, las más antiguas, me emocionan, me trastornan los ojos y me zarandean los sentidos... 

Es Castilla La Vieja; sí, la más antigua, la más conservadora y la más cerrada en su grandeza...

Pronto alcanzamos la sierra de Béjar y Baños de Montemayor, iniciando así la España Imperial de Extremadura... ¡Ay Extremadura!... Sus ciudades, sus pueblos, sus castillos, sus andaluzas -por encaladas- calles, sus calzadas romanas y su verdor de Tajo y de Guadiana... Y sus vides, y sus campos verdes; desde Mérida a Zafra; la ducal Zafra, la barroca Zafra...
Desde la medieval Cáceres a la casi portuguesa Olivenza... 

Al cabo, vuelven las dehesas al modo de Salamanca. Pero es Huelva y su Sierra. Y es el gozo de vivir... 
Al pronto, Las Pajanosas y la vega del Guadalquivir, cuando pasa por Sevilla, a sus pies...

Definitivamente, atravesar las Españas es siempre un espectáculo; pero hacerlo por la parte del oeste, desde el Miño al Guadiana, es un inmenso espectáculo, casi celestial... 
Sobre todo cuando al final del trayecto aparece el sur; mi sur; el sur del Sur...

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