jueves, 14 de julio de 2011

LOS MAIA Y OTRAS DECADENCIAS...

..."Decidió no salir, y desde las nueve sentado con sus libros, envuelto en su amplia robe de chambre de terciopelo azul que le daba un hermoso aire de príncipe artista del Renacimiento, intentó trabajar"... (Los Maia, J.M. Eça de Queirós. Pre-Textos)

Amanezco temprano: vendrá técnico para la revisión de la caldera del gas (agua y calefacción). Mientras tanto, leo "Los Maia", delicioso libro que, en cuidada edición de Pre-textos (Valencia), me fue regalado un señalado día de mi vida, por una muy señalada persona de una vida más compartida quizá por mí que la mía propia. Y, entre recuerdos de aquellos días de vino y rosas, leo este delicioso libro que relata la decadencia de una familia portuguesa venida a menos, a través de deliciosas escenas de aquel romanticismo ya ido. Gracias C. por tan hermoso regalo. 

El arte, en general, y la literatura en particular, tienen la enorme virtud de sublimarnos, de hacernos más humanos, de sentirnos seres espirituales; más allá de instintos que, por primarios, parecieran bárbaros, crueles, como aquellos que nos inculcó la vida vivida basados en el principio de superviviencia; principìo de supervivencia que ahora le llaman espíritu emprendedor, sustentado en luchar por estar más preparado que el de al lado, no vaya a ser que te quite el precario puesto de trabajo que te van a ofrecer, en ese espacio público del abandono de la solidaridad por renuncias a financiarlo colectiva y proporcionalmente, poniendo en escena óptima, de nuevo, el sálvese quien pueda y la vuelta a la selva sin protección de nada, más allá de nuestro propio egoísmo y nuestra propia fortaleza física, moral e intelectual. 
Y dicen, para mayor grosería e inmoral podredumbre ética, que es el discurso de la realidad, de la modernidad última y del progreso (a lo largo de la historia, progresar fue siempre consecuencia de un regreso)... 
Y para colmo, ya hay mucha gente, y por desgracia, joven, que se ha creído otra vez el cuento. Y es verdad que se sabe cómo empiezan las cuentos (érase una vez...) pero lo que no sabemos nunca, hasta el final, es cómo acaban...

Yo, y por si acaso, hace tiempo que me sé, quizá para mi desgracia y como León Felipe, casi todos los cuentos; y así, me recluyo en esta Galicia que me acoge, cada vez que puedo, para rodearme de Los Maia, de Pessoa, de Cernuda, etc; de los seres que amo, vivos o muertos, y que la mayoría de las veces consiguen, con su compañía serena, hacer más sublime mi existencia... Para los otros, aquellos que llaman triunfadores (sólo del anhelo excesivo y de la codicia), dejo sus discursos inmorales del espíritu emprendedor y de la alerta ante el otro como enemigo; por obsceno; por amoral; por indecente renuncia a las conquistas de la historia colectiva de la humanidad...  Porque, ¿para cuándo el discurso de la felicidad y de la solidaridad? 

Mientras tanto, aquí permanezco...Desde las nueve, sentado entre libros, el portátil, la tableta y mi mundo... Como un Maia; pero en Galicia, donde amaneció de sol y de apetencias de vida... 

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