Las afueras son frías; oigo canciones que hablan de amor y de derrotas; me duelen muchas de las cosas del mundo; como me duele la espalda, tan desviada como la conciencia y la moral del mundo en sus afueras...
Las afueras renacen a diario a la vida; quizá, no lo sabemos, inconscientes y sin solución de continuidad: ¡estamos tan limitados en conocimientos que creemos saberlo todo en nuestra incapacidad infinita!.
Hace frío; parece otoño; disfruto de este don que me ofrecen; vine aquí en su búsqueda; la de este dorado verano gallego; la de este clima que me hace persona, que me acaricia la piel y los adentros...
Soy de aquí, en verano; soy de allí, en invierno; soy... No sé lo que soy; ni quién soy; nunca lo supe, ni nunca lo sabré.
Amanezco; miro, siento, ojeo, y me inclino a la vida; siempre a la vida, ese camino hacia la nada; allí, donde todos algún día nos encontraremos en derrotas y en miedos; de amarguras y de dichas infinitas...
Como algún día, al fin, sabré si fui feliz o todo fue una gran derrota de vida....
Las afueras son frías como un lamento. Pero me empujan...
Y me invitan a Santiago, donde los peregrinos acaban su hazaña; donde el dorado de la Edad Media; donde lo elevado como sus espadañas miran a los cielos grises...
Desde allí alcanzaré la Costa Da Morte. Me esperan Muxía, Malpica, Fisterra...
Me esparan los mares más gallegos, más rudos, más de muertes prematuras; pero los más hermosos en su fortaleza, y los más dignos en su nobleza de vida...
Las afueras son frías como una despedida...
Volveré al atardecer...
Espero que siendo mejor persona: sólo lo hermoso nos sublima...
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