Madrugar, desayunar, ducharme, vestirme, y salir a las afueras para iniciar cada día un viaje; el mismo viaje -pero siempre también distinto- con el mar de compañía, con el climatizador en su necesario nivel de amabilidad... Y si, cuando desciendes de los montes de Mijas, se te aparece toda blanca de luz la Bahía del Paraíso, donde los barcos dicen adiós y donde otros son abrazados de parques y espumas... Y si, para colmo, suena esta hermosa versión de Suzanne, a cargo de mi adorada Perla Batalla... Para entonces, el mar plateado de la Ciudad del Paraíso me lleva veloz a la casa que Suzana tiene en la rivera...
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