domingo, 18 de julio de 2010

CRÓNICAS DE UN PEREGRINO EN ROADSTER (3)...

Cuando eran las 10:15 horas partía del Castillo de Ciudad Rodrigo para entrar pronto en Portugal.
Y cuando etan las 14:30 horas, entraba en Aveiro, la Venecia portuguesa, tras dejar la hermosa Guarda portuguesa colgada sobre una deliciosa ribera en verdes, y tras dejar también de lado a Viseu...
Y recordé a Pessoa, que nunca salió de Lisboa; a Miguel Torga, que anduvo de médico por esos lares y escribió sus maravillosas memorias; y a Vergilio Ferreira, que vivó cerca, en Coimbra... Y recordé las cartas de amor que le escribió Vergilio a su esposa tras fallecer, como si no hubiese muerto... Y recordé que es posible el amor eterno; no el enamoramiento, pero sí el cariño eterno... Y la compañía. Lo ví en mis abuelos maternos (los otros, no llegué a tiempo para conocerlos); lo veo en mis hermanos; no lo pude ver en mis padres, por desgracia; ni en mí. Pero tengo esas referencias; y tengo a mis amigos, a los físicos y a los virtuales (muchos físicos, por mor de las distancias están siendo más virtuales que nunca) y tengo el recuerdo de las hermosas mujeres que amé y amo, porque el que ama una vez ama ya para siempre...
Y tras comer algo (un samwich y melon) en Porto, cuando eran las 16:45 horas hacía la entrada en el parking de Poio... Todo en orden; el mando a distancia del garaje; el ascensor (es un ático), la caldera de gas del agua caliente, etc. Y también en orden las vistas que obtengo desde el salón: es la urbanización A Caeira de Pontevedra (Poio), que siempre me recuerda a nuestro Pedregalejo de Málaga... Así la saudade será menor...
Y dentro de una hora o así iré a la casa de la hermana que vive en Pontevedra, por donde anda también el hermano que es mellizo con ella, y su mujer, mi cuñada Natuca... Como veis, nos buscamos, nos juntamos... Aunque haya que hacer más de mil kilómetros...
Al fin llegué a Galicia... Al fin alcancé la tierra prometida...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios