Y de cierto que me han sobrecogido algunas imágenes, como las de Vicente del Bosque, más honesto que tímido y menos protagonista que profesional, cuando al llegar a la Moncloa (esas cuotas de pantalla que exigen los que mandan porque financian y porque también hacen país, lógicamentes) ha aparecido uno de sus hijos, el hijo que nació con síndrome de Down, y que. según dicen los medios que dice, es el hijo que le ha hecho mejor persona. Y sobre todo, mejor profesional, añado yo: la serenidad que te da la nobleza de enfrentarte a una situación difícil en la vida, y con sentimientos tan auténticos como la sangre, indudablemente te conformará siempre como una mejor persona...
Lo recuerdo cuando era futbolista; ya entonces era un ejemplo de bondad, en el sentido machadiano de la palabra (Del Bosque siempre me pareció muy machadiano), y de fair-play en el campo; discreto y eficaz, aquel Madrid de Vicente del Bosque nos conmovía y nos emocionaba... Pasó el tiempo y llegó Florentino, uno de esos representantes del ladrillo español que han copado las estructuras directivas de los cubes de fútbol (otro signo de la España de los pelotazos, donde el dinero negro del ladrillo se refugió en circo y vanagloria para sus dirigentes, que blanqueaban así sus desmanes a través de la ilusión colectiva de inocentes criaturas). Y como para Florentino no era mediáticamente aceptable, y, aún habiendo ganado dos copas de Europa, lo cesó...
Como estaba previsto, hoy toca celebrar... Pero también hoy toca reconocer que el trabajo bien hecho, con humildad, con profesionalidad, con rigor y con espíritu de equipo, siempre, siempre tendrá resultados positivos; sobre todo en nobleza, credibilidad y orgullo por la dignidad del trabajo bien hecho.
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