sábado, 17 de julio de 2010

CRONICAS DE UN PEREGRINO EN ROADSTER (2)

Cuando eran las 9:05 horas de la mañana, partía desde Bormujos camino de Ciudad Rodrigo. Y tras dos horas atravesando las espléndidas dehesas de la Sierra de Huelva y la primera Extremadura, y tras dejar atrás las tierras de Zafra, donde el Ducado de Feria y donde el soberbio barroco, y tras dejar también los valles de viñas de la Veg...a del Guadiana de Almendralejos, alcanzaba la romana Mérida... Para entonces, la roadster me llevaba cual cowboy por el desirto de colorado en la road movie que me invento cada vez que inicio un viaje siempre repetitivo: el de la memoria y el de los afectos... Tras un segundo café en las inmediaciones de la eterna y elevada ciudad medieval de Cáceres, al fin alcancé los tierras de Plasencia (cómo no, me acordé de ti, Luis Baquero, el amigo, el lord: siempre llevaste a gala tu tierra, tu hermosa y monumental Plasencia, por donde ya anduve en varias ocasiones; qué pronto te fuiste y qué larga tu ausencia: no sólo nos quedamos solos de ti; también nos quedamos solos de espejos). Justo antes de llegar a Plasencia ciudad, el desvío de Coria me llevó a la Sierra de Gata, una bellísima sierra que me trajo los veranos de la infancia, cuando en Tolox los eran de ríos y montes; de albercas y pueblos pequeños... Y ya, sin solución de continuidad, cuando eran las 13:15 horas, entraba en la ciudad amurallada de Ciudad Rodrigo, donde Enrique II de Trastámara, en el siglo XIV mandó construir un Castillo para defenderse de los lusitanos y los almohades, Castillo hoy Parador y donde pasaré la noche...
Fernando II, posteriormente, elevó la ciudad a categoría espiscopal, y los ciudadanos de aquí se llaman, hermosamente, mirobrigenses (¡qué preciosidad de gentilicio!)... Pronto será la mañana; para entonces, cruzaré, a través de Guarda, Viseu y Aveiro, la siempre presente Portugal. Y ya en el Atlántico, subiré, por Porto y Valença, hasta Pontevedra-Poio, donde me esperan los sosiegos...

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