jueves, 17 de noviembre de 2011

UN GRITO EN SOLEDAD


Quien me conozca bien sabrá que he sido muy crítico con la gestión de Zapatero; basta, para quien no me conozca, visitar mi blog para ver cuánto de crítico fui para con sus políticas y su falta de liderazgo (palpable en su ausencia de convicción y credibilidad, piezas fundamentales de todo liderazgo). Y reclamé determinadas acciones, previendo lo que se nos venía encima que casi todos veíamos menos él...
Durante los años de bonanza, pocos éramos los críticos para con las Españas que se construían; y recuerdo que nos tildaban de pesimistas... Como tampoco recuerdo que nadie denunciara con credibilidad los enormes déficit democráticos con los que se estaba construyendo Europa, entre otras cosas, gracias a las inversiones que de ella procedían a través de los fondos de cohesión -que peleó en su día Felipe González-, y que llenó las Españas de autovías y ferrocarriles, y modernizó sus infraestructuras, amén de una política agraria que sostenía la renta agraria y la consiguiente distribución de la población por las españas rurales.
Y llegó la crisis de la deuda, especialmente en el Sur de Europa, y la crisis del ladrillo tras la crisis de las subprime en EE.UU., crisis que hizo estallar la burbuja inmobiliaria de muchos países, especialmente la de España. Y aparecen los discursos y el ajuste de cuentas... Y se le exigió a Zapatero lo que ya era tarde para exigirle: el poder real ya no estaba en España, sino en la UE que se había construido, con unos enormes déficit democráticos, situación que todos los partidos aceptaban pues, entre otras cosas, nos permitía seguir creciendo en infraestructuras, y, a ellos, los partidos, les permitía colocar a elefantes de la política nacional en un Parlamento Europeo desprovisto de las verdaderas funciones de un parlamento democrático, con prebendas de todo tipo.
Y claro, aparecen las elecciones, tras la debacle de Zapatero ante la gestión de una crisis para la que no dispone España de instrumentos, sino la UE; una UE que, en connivencia con poderes poco ocultos ya, regresa al pasado de los nacionalismos para intentar salvar lo poco que pueda salvarse. Y ahora, también muchos descubren que el poder real era el de las finanzas... ¡Pues vaya descubrimiento! ¿Acaso hubo una etapa en la historia en que esto no fuese asi? Se dirá: es que nunca fue tan especulativo el capital. Dígase cuándo no lo fue...
Siempre sostuve que mientras la propiedad privada sea el derecho más protegido en el mundo mundial, por encima incluso al de la vida, no habrá nunca verdadera democracia, en el sentido de que sean los poderes civiles los que se prioricen sobre los reales y dicten normas justas y para todos. Y si encima los poderes civiles se construyen con enormes déficit democráticos, como se ha construido esta Europa nuestra, ¿quién está capacitado para decirle al poder político local, periférico y de menor capacidad de generar riqueza, que se comporte, cuando todos hemos asistido en silencio a ese acontecimiento de traspasos de poder sin transparencia ni control democráticos, y nadie rechistaba entonces, cuando nos decían que se construía más empleo que nadie y que España iba bien, y que bajar impuestos era una demnada social, y que, además, era de izquierdas?...
Y en esas estamos; a tres días de unas elecciones, donde de nuevo esta España cruel disparará contra los suyos: sólo sabemos de guerras civiles entre nosotros, cuando el enemigo, para mayor desgracia, se reconstruye en su poder real y lejos de nuestras fronteras. Y entre unos discursos ya demodé de las dos orillas para pincear luego con las derechas, y entre llamar cambio a los desahogados que vendrán a saco para llevarse hasta el reloj de la Audiencia (aquel reloj que cantaba Mairena), uno, que en su día criticó tanto y tanto lo que se hacía, porque quizá presentía que se podía llegar a esto, solicita, a contracorriente y en soledad el voto para el PSOE, siendo consciente, como lo soy honestamente, de que es el único instrumento que tiene España para intentar salvar los pocos muebles que nos quedan de lo poco que se estaba construyendo.
Y porque, como dice nuestro admirado Manuel Rico en su blog (gracias, Manuel; y perdón por publicitarte), "el intelectual progresista no puede ser neutral aunque sea crítico".

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