martes, 16 de febrero de 2016

EL SISTEMA (y III)

Como decíamos en la anterior entrega, no es el sistema de libre comercio (mientras haya propiedad privada amparada por ley en todo el mundo, el libre comercio y la libertad de empresa será el sistema dominante y de mayor consenso) el responsable último de la falta de cohesión social, aún siendo el que la crea. Y no lo es porque desde hace más de dos siglos (con la Ilustración francesa y el Contrato Social de Rousseau) sabemos que la voluntad popular y los consensos políticos deben regir todos las relaciones humanas en los países democráticos, incluidas las actividades económicas; una actividad económica que aún siendo privada la propiedad de los bienes y servicios que aporta a aquella actividad y los beneficios que ésta genera, hasta en las constituciones vigentes de casi todos los estados actuales se catalogan como actividades de carácter social, en el sentido de imperar siempre su interés colectivo por encima del privado, posibilitando así las expropiaciones de bienes y servicios en un momento determinado de aquella propiedad privada si se considera estratégica esa actividad para el interés general. 
Han pasado más de dos siglos desde entonces y pareciera que no hemos aprendido la lección: el llamado SISTEMA nunca fue perfecto ni lo será; genera desigualdades y crisis; pero no por su estructura, sino porque toda libertad, sea económica, privada o colectiva, necesita de límites en su acción por el bien común de todos. Y ya tenemos experiencias democráticas suficientes como para aseverar que el sistema de libre mercado, siendo el que más logros ha obtenido en bienestar y desarrollo, y siendo el menos esclavizante para el factor humano, necesita regulación; en suma, limitaciones como toda actividad humana. Y la prueba del nueve es la reciente crisis financiera mundial que aún hoy padecemos y sobre la que existe un amplísimo consenso de sus causas: la desregulación que desde la caída del muro de Berlín invadió las políticas económicas de los estados nación de entonces, apostando por la globalización comercial y financiera aquellos estados inducidos por la doctrina neoliberal de la Escuela de Chicago y que sólo ha traído ruina y desgracias al mundo de hoy. Porque si se globaliza la actividad económica y la financiera, se tiene que globalizar también LA POLÍTICA. Pero claro, ¿quién le pone el cascabel al gato? ¿Qué país, qué Estado-Nación actual está en condiciones de liderar esta apuesta por la globalización política, toda vez también hay ya amplios consensos sobre su necesidad? ¿Hasta dónde los países líderes del mundo están dispuestos a perder soberanía en favor de una necesaria gobernanza mundial que ponga orden y regule la actividad comercial, económica y financiera del mundo todo? 
La gran tragedia del mundo de hoy no la produce el denostado y denigrado SISTEMA de libre mercado, o capitalista, como se llamó en el pasado (el capital ya somos todos, con mayor o menor participación en aquel); un denostado SISTEMA DE LIBRE MERCADO que no sólo sabe que él somos todos; también sabe que hasta la fecha es el mejor de todos los sistemas habidos sobre la tierra desde que la propiedad privada es un derecho protegido por todos los estados y todas las sociedades. Atrás quedó la esclavitud y atrás quedaron los modelos totalizantes como el fascismo y el comunismo…
Por tanto, pongámonos a la obra todos y dejemos de echar la culpa al muerto que está más vivo que nunca… Porque el hombre es un ser libre y sin libertad no hay futuro de nada ni de nadie: sin libertad de empresa no habrá empresa; sin libertad de mercado ni habrá riqueza; pero hay que regular toda libertad y toda actividad. Y del mismo modo que se regula la libertad individual y la colectiva, hay que regular la libertad de empresa y de mercado. Y esa regulación ya no puede ser local, nacional, sino que tiene que ser global, mundial…
Enorme y apasionante tarea la que tiene el mundo de hoy por delante: gobernar democráticamente el mundo todo.

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