viernes, 12 de febrero de 2016

EL SISTEMA (II)

Como decíamos, el sistema que llamamos de libre mercado sigue siendo el mejor de los sistemas habidos en la historia; un sistema que parece que renace una vez  más de la reciente crisis económica y financiera y que muchos decían estaba agotado. Una crisis que aún hoy padecemos en el Sur de Europa y que ha producido unas muy graves secuelas en términos sociales y económicos, y que ha originado una enorme fragmentación política y social, y una grave falta de consensos que son fundamentales para el presente y el inmediato futuro con el fin de no descomponer más la cohesión social de España y de otros países de Europa. Y es precisamente la falta de consensos políticos, junto a las políticas erróneas diseñadas en Europa para luchar contra la crisis, lo que ha favorecido que se alargue en el tiempo aquella salida de la crisis.

No es cierto, por tanto, que el sistema llamado capitalista o de libre mercado sea el culpable de la actual situación económica y social, sino la ausencia de políticas reguladoras del sistema económico de libre mercado, una ausencia de regulación que provocó la actual crisis financiera con el triunfo del neoliberalismo tras la caída del muro de Berlín, así como las erróneas recetas políticas para superar las disfunciones que todo sistema de libertad crea por sí misma; y es que la libertad tiene que tener limitaciones y debe ser regulada; y así como tenemos limitaciones en el orden individual (leyes que prohiben matar a otro ser humano, como se prohibe robar, por ejemplo), del mismo modo hay que regular la actividad del libre comercio en el mundo, lección aún no aprendida del todo tras la reciente crisis financiera, crisis creada precisamente por falta de regulación.

Por tanto, no es el sistema de libre comercio (mientras haya propiedad privada amparada por ley en todo el mundo, el libre comercio y la libertad de empresa será el sistema dominante y de mayor consenso) el responsable último de la falta de cohesión social, aún siendo el que la crea, pues desde los pasados siglos el contrato social y la consiguiente democracia política impuso la necesidad de LA POLÍTICA como el elemento regulador de los excesos del sistema de libre comercio, y como corrector de las desigualdades que inevitablemente crea aquel sistema.
Es pues la ausencia de POLÍTICA -o la aplicación de políticas erróneas- lo que provoca la falta de cohesión social y que crezcan las bolsas de desigualdad, siendo la ACCIÓN POLÍTICA la que tiene que producir los efectos contrarios.

En suma, a pesar de todos los pesares, el sistema de libre mercado sigue siendo el mejor de los sistemas; atrás quedó el feudalismo y su esclavitud; atrás también quedaron lo regímenes totalizadores (fascismo y comunismo). Todos fracasaron porque todos negaron la libertad y/o no la regularon. Y si tenemos por delante un mundo globalizado en las finanzas y el comercio, debemos ir creando la globalización de LA POLÍTICA como corrector de las desigualdades que todo sistema de libertad crea, en este caso, libertad comercial y financiera global.
Enorme pues la tarea colectiva que tenemos por delante; y difícil, pues si ni siquiera hay consensos políticos básicos para los territorios nacionales actuales, inoperantes ya como contrapoderes de la ciudadanía, imaginemos la tarea tan compleja de articular poderes políticos supranacionales, consensuados y operativos como reguladores y amortiguadores de las desigualdades que todo sistema económico y social produce.
En cualquier caso, una tarea apasionante. Y en la búsqueda de esos consensos y de aquellas regulaciones de la actividad económica mundial, la socialdemocracia tiene un papel fundamental, rehaciendo todo su discurso ante un mundo cambiante tecnológica y socialmente, siendo aquella socialdemocracia la única alternativa realmente solidaria y humanista ante las desigualdades de oportunidades de los seres humanos en  todo el mundo, y ante los problemas demográficos de todo tipo, no sólo económicos y sociales, que el mundo de hoy genera y padece. 

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