martes, 17 de junio de 2014

MI LISBOA: UNAS NOTAS QUE ESCRIBÍ HACE UNOS AÑOS YA...

Recuerdo que la primera vez que visité la ciudad me sorprendió su gente, su mirada, su tristeza... Ya había sucedido la revolución de los claveles (nunca entré en la Portugal de Salazar; como siempre renegué de la España de Franco) y esperaba encontrarme con un país alegre... Para mi asombro, sólo vi tristeza, suciedad y desconsuelo.... Eran los años aquellos que quisieron construir las casas por los tejados, muy ideologizados pero muy inexpertos y sin apenas referencias, más allá de textos marxistas obsoletos en su praxis en un mundo que convivía con la famosa crisis energética del 73 y cuando en España ya había muerto Franco, en el hospital por muerte natural, no por su derrota... Sostengo, desde entonces, y vale tanto para España como para mi amado Portugal, y también para Grecia, que estamos pagando en esta crisis por tantos años de dictaduras y crueldades inmorales y arraigadas en una mayoría silenciosa que sólo pudo sobrevivir entre tanta miseria moral e intelectual a la que la sometieron. Y cuando apenas habíamos construido una clase media mayoritaria que cohesionaba nuestras sociedades, los liberales de siempre, los que impusieron las doctrinas de la escuela de Chicago, se han encargado de destrozar lo poco que se había construido. Y todo ello a costa de lo poco que se había alcanzado en la cohesión social de los países periféricos del sur de Europa, todos ellos salientes de años oscuros de dictaduras...

Y así entré un día en Lisboa; ya antes conocía Portugal por el Sur (Algarve) y por el Este (Elvas y Estremoz)... Luego vino el norte, el soberbio norte, cuando descubrí Galicia; pero eso fue más tarde...

Al poco tiempo de descubrir Lisboa en mi primera visita, en los primeros años ochenta cayó en mis manos EL LIBRO DEL DESASOSIEGO, de Bernardo Soares, que firmaba un tal Fernando Pessoa, en edición de Seix Barral y a cargo de Angel Crespo, el poeta español más pessoano y pulcro en la defensa y estudio de su figura. Y desde entonces, no sólo ya había descubierto una ciudad imponentemente hermosa sobre un estuario de melancolías y saudades; también descubrí al más grande escritor de la modernidad europea... Posteriormente leí su poesía, en aquella deliciosa edición bilingüe de Llardent en Alianza Editorial. Y sí recuerdo que leí sus poemas -cuando era la primavera de 1983- y que estaba en Cádiz trabajando, viviendo... Y desde entonces, una vez más, proclamé mi devoción por un personaje desdichado, triste, siniestramente atormentado, culto, contradictorio, ajeno a la vida y al mundo, pero con una sensibilidad fuera de lo común... Y desde aquel entonces, es mi sombra; me persigue por el mundo que no habito y me llena la vida de momentos únicos: es ese placer de lo que no se puede contar por imposible, por certero y por ausencia de palabras justas y precisas.

Hago estas referencias porque la Lisboa que amo y persigo no sería la misma sin estos antecedentes... Es más, con los años todos los pessoanos descubrimos (se publicó en los 90 en Portugal) que Pessoa había escrito una guía de Lisboa, ciudad de la nunca salió, a pesar de que en esa guía recomienda visitar Sintra, ciudad que, al parecer, no visitó... Soy de los que suponen que hizo esta guía por encargo, dado su poco trabado estético, más allá de anecdótico y corriente. Y digo que supongo porque también sabemos que trabajó de "freelance" para varias compañías comerciales a las que traducía correspondencia comercial en ingles o portugués (hablaba y escribía inglés perfectamente, dada su educación bilingüe en Sudáfrica, donde vivió con su madre tras casarse de segundas con un diplomático), un trabajo bastante anodino y siniestro. Esta vida tan apagada y siniestra, unida al desapego a su madre y a su propia vida, más allá de otras visicitudes, hicieron de él un ser bastante desdichado, que acabó alcoholizado y sin apenas afectos; quizá el caldo de cultivo necesario para una obra de arte tan intensa como fue su quehacer literario... Porque también sostengo, que sólo los que sufren de verdad y desbordan su sensibilidad a través del arte, son capaces de sentir y de contarlo a través de la literatura: Sin sufrir, no hay relato; sin sensibilidad, no hay oficio...

1.
Fue descubrir aquella guía y siempre que voy a Lisboa intento seguir sus itinerarios... Claro que el que más practico, por ser visitas fugaces las que últimamente realizo, es el que para mí tiene más encanto... Propongo entrar a Lisboa por el Ponte 25 de Abril, construido a imitación del de San Francisco y en conmemoración del afamado 25 de abril de 1974 cambió su nombre de Ponte de Salazar a 25 de Abril, y seguir hasta la Praça del Marqués de Pombal. Bajar desde Marqués de Pombal, viendo al fondo la Baixa, por la Avenida Da Libertade y llegar a Restauradores, a Rossío, a Rua Augusta, a la Praça do Comercio, a la Praça do Municipio... En Martinho da Arcada, en los soportales de la Praça do Comercio, donde permanece la mesa que frecuentaba Pessoa, es necesario tomar un café y hacerse una foto cerca de la mesa citada... Y regresaremos a Restauradores, por La Baixa, para subir en el Elevador Da Gloria al Chiado y asomarnos al estuario desde el Mirador de San Pedro de Alcántara... ¡Ay!, qué pellizco, ¡qué cosa!!!!...
Tras visitar las tiendas de la Rua Garret, tomar el aperitivo en A Brasileira -o un café-, al lado de Pessoa, que allí permanece inmortalizado, es todo un ritual necesario. Si llevas un lector de e-book, leer un poema de Pessoa o unos versos de Luis Camóes, o quizás unos párrafos de Los Maia, la gran novela de la decadecnia portuguesa, cuyo autor, Eça de Queiroz también tiene una estatua cerca de la de Luis Camóes, cuya plaza y monumento, al lado de A Brasileira, en el Largo do Chiado, es todo un detalle virtuoso.
Y una vez allí, en el Largo do Chiado, se debe visitar la Cervejería Trindade, un clásico, al lado del Teatro Trindade, donde cantó Caruso...

2.
Regresamos a Praça Figueiras, en La Baixa, y cogemos el tranvía que nos lleva por La Alfama al Castelo Sao Jorge, un soberbio castillo que preside La Alfama de Lisboa, encima de La Se (la Catedral de Lisboa) y encima también del Mirador de Santa Luzía, al que llegaremos al descender del Castelo por La Alfama...
Para entonces, no somos personas: todo es un enorme síndrome de Stendhal que nos hace temblar de emoción y placer... Y acabamos, quizás, llorando ante tanta belleza...

3.
Desde La Baixa podemos coger el tren que nos lleva a Belém, o el Bus turístico, o un taxi... Merece la pena detenerse en Los Jerónimos, un gótico tardío "manuelino" (en referencia a su promotor, Rey Manuel I de Portugal) para conmemorar el afortunado regreso de la India de Vasco de Gama, y que se fundó en 1501. El estilo manuelino se caracteriza por la mezcla de motivos arquitectónicos y decorativos del gótico tardío y del renacimiento. En los Jerónimos se hallan también las tumbas (neomanuelinas) del navegador Vasco de Gama y el poeta Luís Camóes. En una capilla del claustro descansan, desde 1985, los restos del escritor Fernando Pessoa. Una vez allí, habrá que visitar la Torre de Belém y tomar (si la cola no te lo impide) un Pastei de Belém, en su afamada confitería del mismo nombre (una base de hojaldre al modo de cubilete con crema gratinada, y que se toma con un poco de canela molida espolvoreada por encima). Delicioso placer de dioses lusitanos...

4.
Uno de los itinerarios más deseados por mi es visitar el Cemitério dos Prazeres. Me gustan los cementerios, y el de Lisboa es espectacular... Una verdadera obra de arte de los silencios y de la memoria colectiva... Después de esta visita, visitaremos los Jardines de Estrela y su afamada Basílica de Estrela, tras haber visitado con emoción la Casa de Pessoa, casa donde vivió los últimos 15 años de su vida, casa inaugurada en 1993. Si nos quedan ánimos, nos podemos asomar al Mirador de Santa Catalina, en el Barrio Alto, encima de Lapa, muy cerca del Chiado... Al llegar al Mirador todo tú eres ya un trozo de cuerpo; todo lo demás, es alma...

5.
Nos podemos acercar a la Plaza del Marqués de Pombal, el restaurador de Lisboa tras el terremoto de 1755, e iniciar por la Avenida de la República un recorrido por Campo Pequeño, con una visita a su coqueta Plaza de Toros. Desde allí alcanzaremos la Praça de España, donde la Fundación Gulbenkian, sita en una esquina de la plaza, merece ser visitada; fue creada en 1956 con la herencia de Calouste Gulbenkian, un magnate del petróleo de origen armenio, y su sede principal está en Lisboa. La Fundación dispone de orquesta, compañía de ballet, salas de espectáculos, bibliotecas, un Museo (con cerca de 6.000 piezas) y un Centro Moderno de Arte...

Y contemplaremos una magnífica obra de arquitectura civil, cual la Embajada Española, sita en la misma Plaza de España...

6.
Dejo para los jóvenes una visita a la Lisboa que quedó de la Expo.

7.
Para terminar, el viajero que disponga de tiempo debería visitar los alrededores de Lisboa. Sin lugar a dudas, Sintra merece una visita; y Cascais-Estoril. Lugares privilegiados llenos de encanto y glamour. Pero esos lugares, siendo de ensueño, sobre todo, Sintra, ya no son Lisboa, mi Lisboa...

En cualquier guía de Lisboa se encontrará lugares de interés; pero he relatado los que considero más emocionantes...Sólo queda un lugar de fados; un lugar para una noche inolvidable en la que mientras cenas van actuando fadistas que nos hablan de amores imposibles y de sueños quebrados... Para mí hay un lugar privilegiado: Sr. Vinho. En Lapa, cerca de la casa museo de Amalia Rodrígues y de la Asamblea Nacional Portuguesa. Hay que reservar: siempre está a tope. Pero si se consigue mesa será una noche inolvidable...

Ya sólo me queda dejar algo de Pessoa sobre Lisboa... Y he elegido este poema:

Poema Lisbon Revisited (1926) de Fernando Pessoa

Nada me ata a nada.
Quiero cincuenta cosas al tiempo.
Con angustia del que tiene hambre de carne anhelo
no sé bien qué:
definidamente lo indefinido…
Duermo inquieto, y vivo en el soñar inquieto
de quien duerme inquieto, a medias soñando.

Me cerraron todas las puertas abastractas y necesarias.
Corrieron cortinas ante todas las hipótesis que podría
ver en la calle.
En el callejón que yo encontré no hay el número de
puerta que me dieron.

Desperté a la m isma vida que me había adormecido.
Hasta mis ejércitos soñados sufrieron derrota.
Hasta mis sueños se sintieron falsos al ser soñados.
Hasta la vida tan sólo deseada me harta -hasta esa vida…
Comprendo a intervalos inconexos;
escribo en los lapsos de cansancio;
y es tedio hasta el tedio lo que me arroja a la playa.
No sé qué destino o futuro compete a mi angustia sin timón;
no sé qué islas del Sur imposible me aguardan, náufrago;
o qué palmares de literatura me darán un verso al menos.

No, no sé esto, ni otra cosa, ni cosa alguna…
Y en el fondo de mi espíritu, donde sueño lo que soñé,
en los campos últimos del alma, donde memoro sin causa
(y el pasado es una niebla natural de lágrimas falsas),
en los caminos y atajos de las florestas lejanas
donde supuse mi ser,
huyen desmantelados, últimos restos
de la ilusión final,
mis ejércitos soñados, derrotados sin haber sido,
mis cohortes por existir, despedazadas en Dios.

Otra vez vuelvo a verte,
ciudad de mi infancia pavorosamente perdida…
Ciudad triste y alegre, otra vez sueño aquí…
¿Yo? Pero, ¿soy yo el mismo que aquí viví, y aquí volví,
y aquí volví a volver y volver,
y aquí de nuevo he vuelto a volver?
¿O todos los Yo que aquí estuve o estuvieron somos
una serie de cuentas-entes ensartadas en un hilo-memoria,
una serie de sueños de mí por alguien que está fuera de mí?

Otra vez vuelvo a verte
con el corazón más lejano, el alma menos mía.

Otra vez vuelvo a verte
con el corazón más lejano, el alma menos mía.

Otra vez vuelvo a verte -Lisboa y Tajo y todo-
transeúnte inútil de ti y de mí,
extranjero aquí como en todas partes,
tan casual en la vida como en el alma,
fantasma errante por salones de recuerdos
con ruidos de ratas y de maderas que crujen
en el castillo maldito de tener que vivir…

Otra vez vuelvo a verte
sombra que pasa a través de sombras y brilla
un momento a una luz fúnebre desconocida
y entra en la noche cual estela de barco al perderse
en el agua que dejamos oír…

Otra vez vuelvo a verte,
mas, ¡ay, a mí no vuelvo a verme!
Se rompió el espejo mágico en el que volvía a verme idéntico,
y en cada fragmento fatídico veo sólo un pedazo de mí,
¡un pedazo de ti y de mí!

(Traducción de José Antonio Llardent)

Anexo: este texto lo escribí antes de la inauguración, hace dos años, de la sede de la Fundación José Saramago. Evidentemente, la Casa dos Bicos, sede de la Fundación, es un lugar imprescindible de visitar. Saramago fue, es, el mayor humanista de Portugal. Y su Fundación es un santuario obligatorio de visitar.


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