martes, 24 de junio de 2014

ALLÍ, DONDE MADRE NOS LLEVÓ

Yo apenas pude tratar a mi padre; entre que por determinadas circunstancias y los años de colegio en Málaga apenas lo veíamos, y que murió muy joven, yo apenas pude tratar a mi padre. Si tuve unos abuelos maternos que hicieron aquella función; y entre el enorme sentido común de mi madre y, sobre todo, su infinita dedicación a sus hijos, sí puedo decir que entre aquellas complicidades de los abuelos maternos tras algún mal rato y aquella estricta tenacidad y ternura de mi madre, yo fui educado con una tremenda disciplina para con los excesos y con una incalculable nobleza para con los afectos y la solidaridad.

No tengo hijos (que yo sepa); pero siempre que me encuentro bajo de ánimos, como cuando hoy; cuando estos días extraños donde todo se desmorona; cuando veo a tanto adulto renunciar a su obligación como padre, subido al carro de la inexperiencia de sus hijos, siempre me veo en aquella casa de los abuelos; allí era una disciplina, un rigor, un mundo donde crecí entre afectos pero con una cierta exigencia y un escrupuloso rigor, sí... Y era, también, un jardín de bojes que dividían al mundo en dos mundos iguales, recorridos por un pasillo amplio que comunicaba la casa, a través del pasadizo y el patio, con la reja en escalinata de mármol que daba al molino y las caballerizas; ya lo he contado otras veces: aquel jardín, aquella casa, aquellos olores son mi patria...
Cuando me siento mal físicamente, con décimas, con toses, con lo mío en malestar, o cuando a mi gente (los míos y mis amigos) le sucede algo importante, siempre regreso a aquel lugar, la casa de mis abuelos maternos, donde mis hermanos y yo pasamos la infancia, donde también vivimos algunas tragedias, y adonde una memoria colectiva nos acoge siempre con ternura y una infinita tranquilidad...

Había también (hay aún) otro jardín, aquel de cuando los veranos de entonces; y más grande, más libre y más eterno... Era (es) el campo de Tolox, donde otra historia, donde otro pasado y donde siempre también la memoria...

Sí, siempre regreso allí, a la casa donde cuando los días de fiebre, cuando la garganta enfermaba, cuando miraba desde la cama por la ventana a aquel soberbio jardín; cuando la melancolía del que no puede salir a jugar con sus hermanos, con sus amigos... Sí, allí regreso, a aquel jardín que estaba siempre lleno de gente que siempre supo que había otra gente que no sólo los protegería de por vida, sino que les exigiría también ser intransigentes para con los excesos...

Allí, donde madre nos llevó para protegernos de todas las ausencias y de todos los silencios...


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