martes, 3 de junio de 2014

ALEGRÍA INFINITA...



Cuando era muy pequeño y al fin conseguía lo que ansiaba tanto, me quedaba perplejo, como paralizado ante el asombro... Y tardaba en reaccionar, en acomodarme a la nueva realidad: al fin tenía lo que quería, pero ya no habría más tensión, más propósito, más meta, al menos, durante un tiempo... Y eso me entristecía...
Era cuando deseábamos cosas, juguetes, cacharros... Luego, cuando llegó la conciencia de los sentimientos, cuando las personas, las imprescindibles, las que nos llevan, cuando había roces, discusiones, lejanías, regresaban aquellas inquietudes de cuando entonces las cosas; y ya sólo quería reconciliarme con aquellas personas, las imprescindibles, las que nos llevaban y nos llevan, y olvidar los desencuentros... Y volvía también lo perplejo, el paralizado asombro, cuando al fin me reconciliaba conmigo a través de los otros, los imprescindibles, los que nos llevan..
Hoy, en la mañana, mientras algunos asuntos siniestros de la pasada noche se iban clareando y acomodándose en los adentros, apareció de nuevo aquel asombro, aquellas perplejidades. Y sí, me quedé también sin meta, sin propósito, sin tensión... Sí, pero mereció la pena: recuperé -al fin- para mis días a una persona de aquellas imprescindibles (ya se sabe: quien ama una vez de verdad, ama para siempre); y por razones inexplicables por mente humana alguna (el azar es sobrenatural y pertenece al mundo de los dioses), al igual que desapareció de mis días en silencio, también en silencio ha regresado, como el que quedó en mí ante esta nueva perplejidad y este deseado nuevo asombro...

Y aunque tardé en reaccionar como siempre ante lo inesperado, la recordé como era; y he sentido una alegría infinita...

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