Los domingos, los séptimos, se hicieron para descansar; pero nunca me cansé de ti, y menos aún, en domingos inciertos...
Por eso, siempre me gustó levantarme tarde en domingos imposibles de vida (amo los bullicios de las ciudades en días laborables, y detesto las urbanizaciones en domingos: ¡tanto desconsuelo solitario en ciudad, y tanto chandal "ordinario" en urbanizaciones!). Claro que, a tu lado, todo era cierta y deliciosamente una locura en felicidad y en sosiego; y el mundo y sus afueras no importaban porque no los veía: mis ojos no salían de ti y de tus cosas, y mis manos sólo atendían tus formas y sus extremidades...
Al parecer daban aguas para hoy, pero la mañana vino en sol amarillo de luz, y me trajo, también, sonidos que amo, cerca del río, el río frontera, el río que persigo siempre... Son de una voz portuguesa que vive en Galicia; una voz que unifica aquellos lugares siempre soñados y donde me calmo de ausencias...
Sí, los domingos se hicieron para descansar; pero nunca me cansé de ti, que hoy tampoco te nombro...
Y, así, quisiera llevarte al río, al río frontera, al río Minho... A mi río...
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