jueves, 5 de enero de 2012

ESPANTOSAS FIESTAS

Poco a poco se van yendo estas espantosas fiestas... Si no fuese por los días de descanso serían insufribles del todo... ¡Qué hartazgo!... Y no me puedo quejar: no tengo hijos a los que regalar, de seguro, algo que luego dejarán arrumbado en cualquier lugar...

Yo tuve una infancia llena de ternura, afortunadamente, pues había mucha tragedia que tapar; y, de cierto, éramos muchos hermanos y mucha la familia que nos arropaba, que nos protegía y nos ayudaba a vivir en aquel paraíso protector de aquellos años oscuros...Y reconozco que aquellos días de navidad eran especiales para nosotros...
Y así, recuerdo que, cuando llegaban los reyes disfrutábamos sólo los primeros días de los juguetes nuevos; al cabo, a los pocos días, volvíamos a los coches viejos, a las motos destrozadas, a los juguetes más estropeados, a los más primarios... Y yo, en mi caso, volvía a jugar con los juguetes que yo mismo me hacía de las cajas de madera de las medicinas del abuelo, o de padre; y hacía fuertes donde los soldados americanos se defendían de los indios, aquellos indios de plástico con cara de malos y que comprábamos en los kioskos de pipas; con esas caras de espanto, como nos los enseñó luego John Ford, y que más tarde supimos que fueron víctimas de los de siempre, como tantos y tantos a lo largo de la historia y de las colonizaciones...

Luego vivieron más años, aquellos donde ya supimos la verdad, y para entonces y desde entonces, ya no fuimos los mismos. Y creo que desde aquella revelación ya no me gustaron más estas fiestas, más allá de lo que suponían de descanso e indisciplina.

Afortunadamente, poco a poco ya se van yendo estas espantosas fiestas...

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