sábado, 21 de enero de 2012

MI DESTINO

Todo lo importante de mi vida, y en vida, siempre fue escaso y estuvo lejos, casi siempre. Quizá por eso siempre fue importante; claro que, a veces tan escaso que también, a veces, me impacientaba la desdicha. Aunque, gracias a esas lejanías, a esas ausencias, la vida me regaló paciencia, ciertas mesuras y el tiempo para dedicar a mis cosas y mis asuntos; los más urgentes por presentes, que no por afectos, aquellos afectos que en la distancia y en la escasez basé siempre mi vida sentimental: desde muy joven el amor fue esquivo y al modo serpiente, quizá porque nunca sabemos cómo amar y nadie nos enseñó la necesidad de la escasez para los que lo queremos todo y a todas horas, cual adolescente eterno; pero, también desde muy joven, supe muy pronto que para preservar lo importante, lo que me mueve, lo que me exige ser yo, tenía que dosificar su contacto, su presencia, su anhelo: nadie se conoce mejor que uno mismo, y ya sabía yo de mis terribles ansiedades... 
Y gracias a esa realidad de distancias que me impuso la vida pude gozar hasta el último momento de todo lo que amé casi como la primera vez, aquella que en la conquista nos dejamos la piel y algo más que no hay aún palabra suficiente que lo defina, pero que se parece al alma temblorosa de una pasión inagotada de vida...
Y es que, quizá también demasiado pronto, supe con cierta claridad que aquel era ya para siempre mi destino...


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