domingo, 7 de marzo de 2010

LA DOBLE MORAL DEL PODER

Para la mayoría de las personas, su forma de ser, de estar y de vivir en el mundo, pasa desapercibida para una enorme mayoría, en tanto que su existencia no trasciende más allá de 50-100 personas +/- cercanas (conocer se conoce a mucha gente; pero cercanas, son muy pocas), bien sea por razones familiares o profesionales; y, sobre todo, porque su comportamiento, para ese puñado de gente, se considera normal; es decir, una persona que no destaca por sus actos o vicios (que dirían los clásicos) turbios, o grises, que es trabajador y que es buena persona...
Es lo que conocemos por personas con principios que llamamos morales y actitudes razonablemente solidarias para con sus allegados, amigos y/o conocidos, y que, afortunadamente, conforma la mayoría de la sociedad.

Por otro lado, existe una minoría social que, al ser famosa por su actividad (los llamados famosos, al serlo por los medios de masas, donde permanentemente aparecen, ya sean gente de la farándula, políticos o empresarios, y muchos vividores de la nada del engaño de los medios, en esa triple alianza de la carnaza-audiencia-publicidad), y como reflejo de la realidad de la pirámide del poder real y sus aledaños, una pirámide muy amplia en la base pero muy alargada en su finitud, se concluye:

1. La mayoría de las personas moralmente aceptables conforman el colectivo de la base social de la pirámide del poder; es decir, son los perdedores de la sociedad, y quizá por esta razón, su moral esté razonablemente intacta: una sociedad basada en el poder del dinero es capaz de comprar todo con aquel poder.

2. La minoría de las personas que calificamos de inmorales, y que a su vez, conforman el espejo donde reflejarse aquellos otros, los mayoritariamente perdedores morales, y que en el fondo aspiran a parecerse a aquella minoría, por rica, por poderosa o por vividora de la nada, aquella minoría inmoral, digo, conociendo esta realidad se saben ya ganadoras socialmente, con lo que practican lo que podemos definir como la doble moral; una, la decente, cargada de sus propias miserias, y desnuda cada mañana, cada amanecer y que habita en lo más hondo de la tragedia de su soledad; y otra, la indecente, que usa y abusa de la inocencia o de la simpleza de la mayoría de los mortales, aquellos que en su tragedia sólo aspiran a que un golpe de suerte les lleve a un estado parecido al de aquellos que usan y abusan de la doble moral. Para entonces, habrán salido de la enorme base social de la pirámide de los perdedores, pero a costa de iniciar el corto espacio-viaje que le lleva a la doble moral, aquella que mueve el verdadero poder del mundo de hoy.

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