viernes, 6 de abril de 2007

6 DE ABRIL DE 2007

“S. Martihno de Anta, 25 de marzo de 1956. Aquí estoy con mi hija para presentársela al abuelo. El mejor viático que podía traerle al viejo para ese viaje al Más Allá que va a emprender. He puesto en sus brazos secos este brote de vida tierno, y una paz que mi existencia nunca le dio lo ha rodeado de una especie de resplandor. No se trataba del pasado, que su desilusión conocía bien, ni del presente, que mi testimonio había convertido en algo negativo, sino de la certidumbre de un futuro inédito, en que hay un sitio para la esperanza. El maratón de la vida tiene ahora tres corredores: uno, cansado, que ya ha perdido la carrera; otro cansándose, que sin duda la perderá también; y un tercero, completamente fresco aún, que tiene todas las posibilidades de ganar la prueba.”

Soberbio y sobrecogedor nuevo texto de Miguel Torga. Pertenezco, quizá, a la última generación que disfrutó de la presencia de tres generaciones. Los abuelos, los tíos abuelos locos, enfermos físicos o mentales -o que se lo hacían-, poetas frustrados, encamados al instalarse en la cultura de la holganza, solteras feas que no consiguieron casarse intentándolo permanentemente hasta acomplejarse y recluirse en la casa grande… Y padres, y tíos, también solteros, o locos, o holgazanes. Y los hermanos, los primos, y la servidumbre de la casa… Y uno.
Éramos tantos que no había espacio para la tragedia, siendo ésta siempre la protagonista… Y es que la vida de todos suplantaba las vidas individuales -no había intimidad más allá de ciertas alcobas-; y suplantaba también toda la tragedia de la época: guerras, dictaduras, pobreza frente a abundancia, diferencias sociales y enfermedades imposibles…
Y todas las preguntas sin respuestas…
Sí, quizá haya sido la mía la última generación arropada, como decía Miguel Torga, por los tres corredores del maratón de la vida: uno cansado, otro cansándose y un tercero con posibilidades de ganar la prueba…

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