sábado, 14 de abril de 2007

12 DE ABRIL DE 2007

Los llamados mass-media -o los soportes publicitarios, como diría un publicista, por ser la publicidad lo que les permite seguir vivos-, han dejado de ser medios informativos. Asistimos en el mundo occidental (en el oriental, casi todo es primario y, por tanto, predemocrático o saliente de crisis ancestrales que no les permite siquiera pensar en la libertad de información) a la proliferación de lo que podemos llamar el verdadero triángulo del poder: manipulación informativa, business y enorme poder de influencia, a través de los llamados grupos de comunicación.
La pluralidad informativa no existe. Lo que existe es un entramado empresarial de diversas tendencias políticas y empresariales que edita y vende información (escrita, oral o audiovisual: todo editor de prensa se ha posicionado en el sector audiovisual como opción de futuro) al calor de aquellas distintas tendencias políticas.
Pero no son soportes plurales, como deberían de ser. Son soportes unidireccionales. Un soporte plural debería de ser aquel en el que pudieran publicar, hablar o emitir, distintas plumas con distintas ideologías o visiones del mundo. El consumidor de estos medios, entonces, sería menos manipulable, y sería el verdadero test de la calidad de los soportes.
En cambio, lo que existe en la actualidad es sólo manipulación; y no sólo se manipula la información; se censura también. Y se censura lo que no debe llegar al consumidor del medio de turno. Y así, el editor, se convierte en un filtro informativo-empresarial al que los forofos no sólo lo hacen rico (condición necesaria para seguir en el negocio), sino que lo aplauden y lo convierten en un influyente personaje en el ámbito social y/o político, sin el coste de tener que ser elegido (o no) democráticamente en el espacio electoral de toda democracia, cual es el sufragio universal. Y encima, los personajes públicos, que sí tienen que sobrevivir en aquel escenario del sufragio universal, les hacen la pelota a aquellos personajes influyentes con el fin de que les apoyen ante sus electores. Con lo que llegamos a la conclusión de que son los medios los que verdaderamente gobiernan una sociedad sin el coste electoral que todo sistema representativo conlleva. Y encima, a sus protagonistas, a los editores, los hacemos valedores de la mayor de las influencias y los hacemos inmensamente ricos, en poder y en bienes materiales.

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