miércoles, 8 de febrero de 2017

EL SECTARISMO

Hace años que superé lo que llamo el síndrome de pertenencia a una secta... Muchos los llaman sectarios, cuando, en el fondo, sectarios somos casi todos en cuanto a que defendemos con radicalidad nuestra visión del mundo... Y me explico...
Yo he tenido grandes diferencias de ideas sobre el mundo con personas a las que me une algo superior como los sentimientos hacia las mismas. Y es habitual, como habitual sentirlo en carne propia, el que haya gente que no sólo no intenta diferenciar los afectos hacia una persona de las ideas que respecto al mundo y la vida tiene, sino que exige, a priori, una cierta confluencia de aquellas ideas para sentir algún tipo de afecto hacia aquella persona...
Claro que, para colmo, es también muy corriente constatar que, aún existiendo aquellos afectos, con posterioridad y dadas las diferencias de criterios respecto a diferentes visiones de la realidad de una mera coyuntura, se pongan en peligro los afectos iniciales que existían entre aquellas personas...
En suma: nunca comprenderé, salvo que los afectos sean ficticios y en modo gregario, cómo unas diferentes visiones de una realidad concreta y compleja, como la del mundo y la vida, o una mera visión distinta sobre una coyuntura determinada, pongan en peligro afectos entre personas que se suponen sólidos por profundos, como profundos son los sentimientos de verdad, más allá de una simple visión de la realidad que nunca puede ser la verdadera porque la realidad tiene muchos lados y lecturas.
Por desgracia, esto está ocurriendo en este país de todos los demonios a diario. Afortunadamente, las personas que así actúan se retratan ellas solas. Repito: hace años que superé el síndrome de las sectas; pero, por lo visto, ese síndrome reaparece siempre cuando menos te lo esperas. Quizás los espacios públicos y sus actores (representantes políticos, sociales y económicos, así como los medios de incomunicación, etc) tengan mucha culpa de tanta crispación y tan poca comprensión y ternura entre los ciudadanos.
Pero repito: yo me quedo contigo...

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