sábado, 12 de mayo de 2012

Y ASÍ FUE PASANDO EL TIEMPO...

No sabría cómo comenzar a describir todo lo que he sentido (ya sólo tengo capacidad para sentir, sólo sentir) en este eterno día de paisajes, kilómetros y recuerdos, ¡tantos recuerdos!, tantos que parecieran una vida entera...
Si ya me emocionan las dehesas de la Sierra de Huelva, esos campos tan verdes y frondosos de sabidurías; si ya me conmueve la luz del Alentejo, con sus azules añiles y sus cipreses envolviendo los arcenes de sus coquetas carreteras; si ya, también, me empieza a temblar el alma de lo que me esperaba por ver, fue alcanzar Beja y Grandola (Vila Morena) y sufrir un enorme vuelco en los adentros: pareciera que se me salía al alma…
Y recordé aquellos primeros viajes a Portugal, al Algarve; más tarde al Alentejo y a Lisboa… Y siempre nos sorprendía el nivel de coches que tenían los portugueses (mercedes, muchos mercedes se veían, y otros de alta gama), frente a los españolitos del seiscientos; y lo bien que se comía; y lo barato… Era cuando puerto franco y cuando aún no nos habían engañado tanto…
Pero fue alcanzar el peaje del Puente 25 de Abril, esa soberbia obra de ingeniería y arte que une Almada (espantoso el monumento Cristo Rey con la cruz: tan de arquetipo fascista-nacionalista, que mata al estuario, tan pessoano) con Lisboa por Alcántara, y al divisar Os Prazeres (adoro los cementerios: donde habitan los silencios y la memoria olvidada), y las colinas de Lisboa, y el Acueducto, y la luz de la ciudad con nombre de mujer, y abandonarla hasta Cascais, por la A-5, donde el hotel, donde la elegancia de una Europa ociosa y culta, y donde aún hay cierto glamour, a pesar de tanto codicioso en nombre de su avaricia y poco más: al cabo, basura…
Y al fin llegué a Cascais, el destino durante dos noches y tres días; esas cosas de las horas que no coinciden con las luces (una hora menos en Portugal es necesaria; siempre nos queda tanto que ver que los dioses nos regalan una hora más a los españoles). Y como llegué temprano (con el truco de la hora menos siempre me engaño: -aún me queda día, me digo) me fui a buscar a Lord Byron a Sintra. Recorro siempre aquella plaza, aquel lugar, aquellas cuestas ya imposibles… Y me emociono siempre, como siempre necesito volver; como Lord Byron que quedó atrapado con la ciudad, con su vegetación, con sus gentes… Y me tomé un “pastei” típico de Belén, con ese hojaldre inigualable y esa crema luego gratinada y que se toma con canela espolvoreada por encima… Para entonces, uno ya deja de ser agnóstico y cree en las alturas, donde habitan los dioses… Y en ese levitar, cuando los crepúsculos occidentales, más tardíos, inicié el retorno; lo hice por la carreterita imposible (no caben dos, pero pasan: un milagro de la virgen de Fátima) que baja a las playas de Gincho y el Cabo da Roca, pasando por el hotel Palais de Seteais, donde una noche memorable, debajo del Palacio da Pena, cenamos entre paredes rococo, y dormimos en sus habitaciones; éramos un grupo de amigos que nos unían los afectos y los trabajos; era en aquellos tiempos en los que el trabajo no era ajeno a la amistad…
Ya en Cascais, de regreso, me paseé por sus coquetas calles en el entorno de su bahía; y recordé que fue en Cascais, aquí, cundo una tarde, en una rotonda, la que bordea el hotel donde hospedo, vi a una mujer hermosa en un deportivo. Y se me antojó. Desde entonces he tenido alguno que otro y un par de cabrios. Esta semana ya pasada, en un ataque de raciocinio y pudor, decidí desprenderme del último (cada vez me era más incómodo montarlo; va uno con las posaderas en el suelo, amén de poco decoroso con lo que está cayendo: siempre fui muy pudoroso con la ostentación, más allá de que apenas ya lo disfruto). En el lote entra el más cómodo y que practico, y así renuevo los dos por uno solo más novedoso y ad hoc con mis necesidades y anhelos.
Por tanto, si Cascais fue el inicio de mi afición a los descapotables y quizá sea el final de una ilusión satisfecha (hay que saciar los deseos siempre que se pueda y no se haga daño a segundos o a terceros); una apetencia que de volver lo será en cabrio, nunca más en deportivo: no quepo y no puedo luego salir, jajajajajaaaa…
Y así fue pasando el día, el tiempo…
Y así regresé a Cascais: agotado de emociones y de sentimientos…
Buenas noches, ciudadanos… Estoy agotado; me voy a cama: mañana me espera Lisboa, otra ciudad, como París, que no se acaba nunca; y tiene nombre de mujer…
Bessoas

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