Hora tras hora se van yendo mis días gallegos de este diciembre último. No habrá otro; siempre es así; le llaman tiempo; eso que se nos va sin poder retenerlo un instante.
Como ese beso que quise darte aquella tarde que ya no recuerdo...
O como esa caricia que nadie nos diera en un lugar extrañamente lejano, o quizá inexistente...
Poco a poco se me van yendo mis días gallegos; apenas fuerzas ya para retener memorias: ¡son tantas sensaciones! Y los sentidos; esos sentidos en verdad; y los prontos; esos prontos de la nada y hacia lo otro, lo oculto de los adentros; esos adentros inexplicables para otras almas, más allá de una insinuación de nada, o una aproximación insolente a los ojos de tu verdad, esa que te lleva y lleva como el aire hacia cierta esquina, hacia ciertos olores; donde el tiempo; donde los instantes, los que nos van dejando muestras, retazos de otros tiempos, de otras gentes, de otros lugares y de otros sus protagonistas....
O como palabras de amor que nadie nos dijera...
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