LA UTOPÍA

Mi generación nació en la mentira; y nosotros, los niños de Coín, fuimos escondidos de todas las mentiras: las ajenas; las cercanas... Luego llegaron los curas de Málaga, y también seguían con mentiras... Y nos llegó la luz sin sombras para la mentira; y como no estábamos preparados para la luz, sufrimos por no tener sombras de mentiras donde agarrarnos... Y llegó la ceguera de tanta luz; y llegó la madurez cargada de incertidumbres pero temerosa, como así fue, de ilusiones en luces perdidas; fue el desencanto, que como los ríos, aparecía y desaparecía sin solución de continuidad... Y al fin llegó la madurez plena, la definitiva, aquella que te reconcilia con la imposibilidad de cambiar el mundo como quiso la utopía; y como no te dejan los que traicionan la utopía con su indecencia y con su incapacidad... Pero, afortunadamente, nos queda aún restos de aquella utopía; al menos, la utopía de la decencia, de decirnos ¡basta!, de decirles que así no, de que mentirnos les será cada vez más difícil, y, sobre todo, la utopía del amor, la única verdad de la vida cuando al fin lo descubres, lo sientes y lo vives...
Va por ustedes, mis amigos, la para mí más grande canción de amor, cuando amar aún es posible e inevitablemente hacerlo...

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