jueves, 31 de enero de 2013

SE NOS AGOTARON LAS PALABRAS

Hace ya tiempo que se nos agotaron las palabras. Pareciera que siempre estamos regresando al origen de todo y que no avanzamos; como también hace tiempo ya que dijimos que la democracia por si sola no garantizaba la ausencia de la corrupción, sino que sólo con democracia era posible que aquella aflorara y fuese condenada. Y en esa transparencia y en esa condena, está la calidad y la madurez de una democracia...
Nunca fui un moralista. Ni lo seré... La vida, con los años, nos enseña pronto que es el sistema el corrupto, basado en el principio de la propiedad privada como el más adorado bien por la mayoría de la sociedad, a la que manejan siempre los poderosos. Y también supe demasiado pronto, como consecuencia de esta adoración por la acumulación de riqueza y bienes, que todo el mundo tenía un precio en esta sociedad tan cruelmente mezquina... Y con los años también conocí de prebendas, regalos, ofrecimientos -y de muchas calamidades también-, en ese abanico de corruptelas varias donde se mueven todos los sectores productivos de la economía española, y que viciaban -y vician- también los espacios públicos, todos provenientes -sin ruptura- de la dictadura corrupta de Franco.
Insisto, no soy moralista, pero ante tanta podredumbre siempre diferencié entre dinero privado y público, a pesar de ser esa frontera cada vez más difusa en las sociedades avanzadas (mucho capital privado proviene de prebendas para con lo público o es producto de opacidad fiscal). Y desde luego, siempre creí que con la madurez y con los años la democracia española fuese corrigiendo esos vicios para con lo público...
Pasaron los años... Y, cuando tras tanto desconsuelo por mor de una gran estafa financiera reclamamos y quisimos la presencia de un estado protector de los más débiles, descontada ya la traición emocional de un partido socialista en manos de un primerizo frívolo y mediocre; cuando muchos, como tantas veces ya en la historia, quisieron ver en los conservadores la solución (a muchos se les alertó, pero no quisieron verlo) y cuando hemos visto lo que hemos visto, con esa desfachatez y esa chulería con que han destruido el tejido productivo esencial de una sociedad, cual su ilusión y su futuro, para entonces, uno ya sólo piensa en aquellos buenos tiempos, cuando aún creíamos que la vida no iba en serio, y que, definitivamente quizás, y como una desgracia colectiva, nos merezcamos lo que tenemos...
Pero es muy duro el corroborarlo tan tardíamente...


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